Arde la calle y para muchos, las mañanas tienen un regusto a calimocho y cerveza. Amanecen las calles cuajadas de vidrios rotos, y las charangas suenan antiguas y pasadas de moda, pero siguen siendo igual de eficaces para despertar a los durmientes. Ha empezado agosto, las grandes ciudades interiores duermen la siesta y comienza la apoteosis de los pueblos pequeños.

España es un calendario en rojo y el dedo puesto al azar sobre el mapa nos lleva de fiesta en fiesta, hasta que acabe el verano. Da igual el motivo. Moros y cristianos, tomates, uvas, hortalizas varias, vírgenes, santos, cristos, y batallas ganadas o perdidas. Da igual incluso la fecha. Si se tiene que cambiar para que haya más gente, se cambia. Lo que cuenta es el ardor guerrero, esa lucha contra el tiempo que han emprendido héroes en pueblos condenados al abandono y al olvido.

Yo admiro el afán de algunas comisiones de festejos que sin un euro, son capaces de levantar un programa apañado para que nadie se aburra. Y admiro también a los que asumen la tarea de continuar tradiciones que sin ellos acabarían perdiéndose.

Debe de ser hermoso contemplar llena de nuevo la plaza de tu pueblo, bullicioso el único bar que resiste los envites, y ver engalanadas las calles por las que en invierno no pasa nunca nadie. El mundo rural se desangra cada vez más deprisa y quedan vacíos lugares de rimbombante nombre e iglesia descomunal que da sombra a pocas casas. Si celebramos fiestas para crear sensación de comunidad, si bebemos y comemos para recordar que estamos vivos, en los pueblos semivacíos esto tiene mucho más sentido.

La memoria es engañosa, pero donde reina soledad antes brotaba compañía, y donde los niños no corren hacia la escuela ya cerrada, hubo alboroto de balones y canicas Si se trata de devolver la vida a lo que una vez la tuvo, aunque sea por un día, cualquier esfuerzo es válido.

Ahora, solo queda acodarse en la barra metálica del único bar, saludar a las mujeres sentadas en sus sillas, frente a la puerta, comer dulces típicos y ser uno más de los que volverán a sentirse ausentes en ese invierno perpetuo que acecha a muchos pueblos de España.

* Profesora