Conce vive en Estorninos, una pedanía de Alcántara que no llega a los 30 habitantes en invierno. En un almacén guarda casi todo lo necesario para sobrevivir al invierno y que, incluso, le valdría para aguantar más tiempo en caso de un temporal que a cualquier ciudadano acostumbrado a ir al supermercado. La matanza de cada invierno le da para ir tirando, el huerto también le proporciona casi lo necesario para no tener que gastar en fruta y la madera se convierte en el mejor antídoto contra el frío. Todo es sencillo: una vida austera, sin concesiones al lujo en un lugar rodeado de encinas donde se respira el aire limpio y sorprende tanto silencio. Conce de vez en cuando recibe visitas, nunca pierde la sonrisa ni tampoco esa mirada clara de saber que este mundo también existe más allá de su parcela. Solo hay que escucharla hablar para darse cuenta de que, a veces, en la sencillez reside la mayor grandeza. La pedanía solo tiene un solo bar que mantienen los propios vecinos, donde se reúnen después de cuidar a sus animales y estar pendientes del campo, un verdadero tesoro para subsistir durante las distintas épocas del año. Ahora llega el invierno y acaba un otoño que ha cubierto la dehesa con los colores espectaculares del otoño. Hay senderos, calzadas romanas que comunican unos pueblos con otros, aguas limpias en el río y animales que miran fijamente desde su atalaya a los paseantes. Las pisadas de los senderistas dejan su huella como la mejor firma de quien disfruta de la naturaleza en soledad sin tener que dar nada a cambio. Y es que no hace falta irse muy lejos para descubrir que los paraísos están siempre más cerca.