WEwl pánico y el caos volvieron ayer a Londres. Creando mas psicosis de desastre, pese a que esta vez no hubo muertes. Dos semanas después del

7-J, unos atentados calcados a los de aquella matanza, en tres estaciones de metro y un autobús, acabaron sin víctimas probablemente por fallos en la carga explosiva. Porque todo apunta a que volvían a ser bombas para morir matando. En cualquier caso fue una demostración de fuerza de Al Qaeda, con el mensaje de que puede volver a hacerlo aunque se adopten medidas de seguridad preventiva como las que ayer desplegaba en Londres la mejor policía del mundo.

Por más que Blair minimizara patéticamente lo sucedido llamándolo "incidentes", todos hemos entendido la gravedad del mensaje: somos vulnerables, las medidas de seguridad no son la solución. O arreglamos los problemas de fondo, o los descontentos y los desesperados desestabilizarán nuestra forma de vida. Sólo 48 horas después del ultimátum que Al Qaeda lanzó sobre Europa, los terroristas suicidas, que son de casa, confirman que el horror puede repetirse dentro de nuestras fronteras. Confirman que a partir de ahora ya no sólo se sufrirá en Irak o Palestina y que esta nueva manera de combatir es efectivamente una guerra.