Mientras que en Extremadura, como en el resto de regiones que se integran en el Estado español, nos obsesionamos sobre el papel que hemos de desempeñar en Europa, quizás movidos por intereses económicos y políticos, más que por motivos sociales o culturales, y con el ánimo de fortalecer esta alianza y los, hasta ahora beneficios obtenidos en la balanza europea, estamos centrando nuestra mirada con demasiada fijación hacia el norte y distanciándonos mucho de los pueblos hermanos de Iberoamérica, en cuyo origen tenemos mucho que ver --para lo bueno y para lo malo-- y donde aún no se ha planteado con cierta entidad el establecimiento de vínculos, más allá de los basados en estrategias comerciales y empresariales, y que últimamente se están resintiendo después de la crisis surgida en la cumbre iberoamericana.

España y Portugal tienen que servir de nexo de unión entre Iberoamérica y Europa. Me di cuenta hace unas semanas cuando conocí a varios intendentes del Uruguay y hablábamos sobre ello. Se hace necesaria una cooperación más estrecha, no entendida como la mera ayuda humanitaria que ciertas zonas desfavorecidas necesitan en momentos concretos, sin renunciar evidentemente a seguir haciéndolo en la medida en que se pueda, sino más bien, como un nuevo escenario de colaboración y coordinación de políticas y de proyectos comunes que nos acerquen y recuperen el tiempo perdido en esa relación que se inició históricamente y que contribuya a intercambiar experiencias y conocimiento. Sería muy fácil, especialmente para este país y para una región como la nuestra donde como decía hace unos días Fernández Vara , "existe una vocación y una devoción" con respecto a estos países. Por tanto, el Océano Atlántico, no debe representar obstáculo para que en esta región, y en otras regiones españolas, se comience a pensar en el futuro y a sentar los cimientos de este gran puente que ha de unir Europa y América, cuya construcción necesita poco hormigón y mucho diálogo y compromiso político.

*Técnico en Desarrollo Rural