No es cierto, como dice Jiménez Losantos después de atribuir a la demagogia mediática y a la corrupción política la concesión a Dylan del Premio Nobel de Literatura, que la razón del alborozo general sea que por fin premian a alguien del que todos saben algo. Mis alumnos de 2º de Bachillerato no tenían ni idea de quién era aquel muchacho barbilampiño que maullaba el inolvidable Blowing in de wind desde una viejísima grabación de 1963 que les proyecté. Y es que Dylan cantaba mal, pero ¡qué maravillosas canciones las suyas! Y aunque él guarda silencio de momento sobre su premio, sí se defendió el año pasado contra los que criticaban su tono de voz y le acusaban de croar como una rana o de que su voz estaba dañada, preguntándoles por qué no decían lo mismo de Tom Waits o de Leonard Cohen.

No, querido lector, los muchachos no tienen ni idea de quién es Bob Dylan ni han escuchado nunca sus preguntas algo elementales, todo hay que decirlo, cuya respuesta está flotando en el viento, ni siquiera les suena la deliciosa canción que interpretara con dulzura y sensibilidad infinitas Joan Baez.

Pero sí es cierto que en esta ocasión, probablemente los bibliotecarios no habrán tenido que buscar afanosamente en los fondos los libros del ilustre premiado, como ocurrió cuando el galardonado fue Vicente Aleixandre allá por 1977. Porque libros tiene pocos, consisten en las letras de sus canciones y le conoce muchísima más gente que al español, no solo por ser americano sino por ser un mito viviente de los sesenta.

En las redes se ha leído de todo. Desde comparaciones con Homero hasta quienes anuncian que el próximo Nobel de Medicina será para Gray, por lo de Anatomía de ídem. Una, que ama la literatura, opina que Dylan es un cantautor, en modo alguno un rapsoda universal y mítico. Y con calma añade que, del mismo modo que la Academia concedió premios a quienes hoy duermen en el olvido como Echegaray, el tiempo pondrá a cada uno en su lugar.

No basta un Nobel para convertir a un cantante en un poeta inmortal. Por mucho que golpee y golpee las puertas del cielo.