Historiador

La película que prepara Saura sobre Puerto Hurraco está levantando ampollas. A priori, es rechazada tanto por las autoridades locales como por la Junta de Extremadura, cuyo Presidente se ha manifestado de manera contundente contra esta inercia a sacarnos siempre en aspectos y temas tremebundos y siniestros. Por supuesto, como ha declarado nuestra nueva Medalla de Extremadura, el cantautor Luis Pastor, "la libertad del artista está por encima de estas cosas". Pero también por supuesto que la libertad de los aludidos y de los representantes de los mismos debe estar a la altura de las otras libertades. De ahí que, al menos, haya que respetar su descontento. Es decir, llueve sobre mojado y es normal que en nuestra tierra duela que siempre se nos busquen los sucesos más negros para sacar rentabilidad económica o artística de los mismos. Y más cuando nuestra sociedad ha dado y está dando pasos de gigante en todo lo que a calidad de vida se refiere, pasando a ser de una colectividad cenicienta, de emigrantes y parados, a otra esperanzada, llena de proyectos y capaz de acoger --aunque no sin dificultades-- trabajadores de otros lugares en nuestras cada vez más zonas prósperas y modernizadas. Puerto Hurraco, los sucesos horribles que allí ocurrieron, forma parte de nuestra historia. Es nuestro pasado, que hay que asumir y reconocer. Pero las heridas están aún demasiado abiertas y volver sobre ellas desgarra nuevamente, sin que esta nueva herida sirva para sacar males enquistados. O sea, no estamos ante un caso de "recuperación de la memoria histórica", sino ante la truculencia que aún atormenta a muchos de los nuestros, que merecen un respeto y un discreto silencio. No es cortar la libertad del artista lo que se pretende, sino hacerle ver al artista que escarba donde duele y no sana la herida sino que la infecta.