La campaña electoral para renovar la Asamblea de Madrid ha arrancado por los derroteros que cabía esperar. El monumental escándalo protagonizado por los traidores Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez tras las elecciones del 25 de mayo ha hecho desistir al PSOE y al PP de hacer una campaña convencional, es decir, pensada para explicar sus respectivos programas a los ciudadanos. Ambos partidos emplean toda su artillería para convencer a los madrileños de que el lamentable episodio de transfuguismo es culpa del contrario. Los socialistas insisten en que la fuga de sus dos diputados forma parte de una pérfida trama política relacionada con los negocios inmobiliarios. Los populares, por su parte, subrayan con evidente cinismo que sólo ellos ofrecen estabilidad, a la vista de los personajes que el PSOE coló en sus listas.

Después de las farragosas --y en ocasiones vergonzantes-- sesiones de la comisión parlamentaria montada este verano en Madrid para investigar el caso, la responsabilidad de decidir quién es culpable de lo que pasó ha caído directamente sobre los electores. Y todo indica que al PP le va a beneficiar el hartazgo de los sectores progresistas que sienten la tentación de no votar el próximo día 26.