TSton las empresas las que generan puestos de trabajo, son los trabajadores los que aumentan la competitividad, y gracias a eso se generan más puestos de trabajo, y las empresas ganan dinero, y pagan más impuestos, y los trabajadores también, porque cuanto más se gana, más se paga. El Estado no crea riqueza, sino que administra el dinero de los impuestos en pagar los servicios que recibimos, desde las carreteras a la escuela, desde las residencias de tercera edad a la Sanidad. Me preocupa que una parte considerable de dos generaciones de españoles mire al Estado, como si este fuera capaz de crear puestos de trabajo, generar riquezas y dotar de viviendas. Excepto en el doloroso experimento comunista, el trabajo se lo busca el ciudadano, y él es quien elige la vivienda, dentro de sus posibilidades, y quien la paga.

El Estado es una superestructura que nos hemos inventado la sociedad para atender determinados servicios, pero ningún Estado ha generado una sociedad, ni grande, ni pequeña.

En la terrible crisis, a la que se le está tratando con palos de ciego llenos de buena voluntad, ha reverdecido ese concepto falso de Estado Providencial y Salvador, y se le suplican dádivas, que los administradores eventuales proporcionan, pero que es el dinero de la sociedad, de toda la sociedad, no del Estado.

De la crisis saldrán antes las sociedades que crean en ellas mismas, las que recuperen la confianza en su vigor. Y tardarán en recuperarse, si es que se recuperan, aquellas sociedades ignorantes que estén convencidas de que el Estado es un maná que genera viviendas y puestos de trabajo para regalar mediante sorteo, como si el dinero llegara de un tío rico y mecenas.

Creíamos que, tras el Renacimiento, y todavía, más, la Revolución Francesa, las cosas estaban claras, pero hete aquí un principio del siglo XXI con iluminadas creencias medievales.