Intentar saber qué es lo que pasa por la cabeza de Putin es imposible. Desde que empezó la crisis de Ucrania, la escalada de tensión promovida por él ha tenido momentos de distensión, pero solo para volver a subir luego otro peldaño, generando así una incertidumbre mayor. Las declaraciones del secretario general de la OTAN condenando a Rusia por su intervención cada vez más descarada en el este de Ucrania al lado de los separatistas son un indicador de la situación explosiva creada en el corazón de Europa.

Putin sabe que el mejor momento para mover sus fichas es cuando Occidente se muestra dividido. La semana próxima la OTAN celebrará su cumbre y Ucrania ocupará un lugar de primer orden en la agenda. Sería una buena señal que los miembros de la Alianza mantuvieran una posición compacta, primero sobre la valoración del desafío ruso y después sobre qué respuesta darle, una respuesta que no debería salir del terreno de la negociación.