WDwetrás de los juegos de manos de Rusia con el suministro de gas para Europa se esconden varias advertencias, apenas encubiertas, a los diseñadores de estrategias globales que incluyen el ingreso futuro de Ucrania en la UE y la OTAN. La morosidad ucraniana y el desacuerdo tarifario no deben inducir a error: el primer ministro ruso, Vladimir Putin, ha utilizado la red que surte Gazprom para comprometer a los europeos en la solución de una crisis que ellos ni desearon ni provocaron. Les ha obligado a meterse en Ucrania y atenerse a sus exigencias con el propósito de desautorizar a los gobernantes ucranianos. Claro que las autoridades de Ucrania y el caos político del país no son ajenos a la crisis. Pero los aires amenazantes del Gobierno ruso evidencian una vez más la debilidad energética de la UE y los errores de cálculo de esta, que hasta la fecha reciente soñó con llevar sus límites y los de la OTAN a las puertas de Rusia.

Al someter a los europeos a una cura de frío riguroso, Rusia consigue, además, desvanecer cualquier proyecto inmediato de renegociar a la baja los precios del gas. La fuerza de los hechos ha confirmado algo vaticinado por los expertos en materia energética que justifica los manejos de Putin: que la crisis financiera mundial no afectaría al mercado del gas. Los gobiernos de la UE solo pueden sacar una consecuencia de estos sucesos: es indispensable diversificar las fuentes energéticas para librarse del chantaje. Es ineludible disponer de varios suministradores y de varias modalidades de suministro para disfrutar de un grado razonable de independencia.