Hace unos meses el asunto fue de actualidad en Cáceres, ahora es en Badajoz, pero el problema es de todas las ciudades y desde hace tiempo: ¿qué hacer ante la invasión de los graffiti, que no solo ensucian las paredes de los edificios sino la de los monumentos; que no son un problema de ornato urbano, sino un atentado al patrimonio?

El Ayuntamiento de Badajoz, después de que diversos colectivos hayan puesto el grito en el cielo por la invasión de pintadas, presentó ayer un proyecto de ordenanza cívica que contempla multar con hasta 1.500 euros (hasta ahora la multa es de 90) a los autores de los graffiti. Es difícil que se depositen muchas esperanzas en que la medida pueda ser efectiva porque para eso hay que pillar al ´pintor´ in fraganti y el año pasado la Policía Local solo pudo hacerlo en 19 ocasiones. El proyecto municipal servirá para que se rasque el bolsillo quien ensucie una pared o un monumento, pero solo será un triste consuelo.

Hay demasiada gente en nuestras ciudades que no las aprecian; y entre los que sí también hay muchos que su aprecio no llega para que se cree un clima vecinal de intensa reprobación de actos como los que ahora intenta multar fuertemente el ayuntamiento. La indolencia de la mayoría mueve muchas veces la mano del grafitero.