Me parece que todos tenemos la sensación de que tras los comunicados de ETA, y van dos en apenas dos semanas, hay mucha más agua de la que puede verse desde el puente.

¿Qué es lo que hay tras los comunicados, que constituyen una serie ordenada y planificada, de la banda del terror? Me parece que hay una estrategia negociadora, de irse ´ganando´ a la opinión pública, de irla convenciendo de que los asesinos, los secuestradores, los verdugos, están dando paso a una nueva vía. Sin abandonar sus principios ´políticos´ --si es que así puede llamarse a estas alturas tal podredumbre--, pero renunciando a los métodos violentos.

Lo que ocurre es que la dramática violación por parte de ETA de su propia tregua, volando un edificio de aparcamiento en la terminal 4 del aeropuerto de Barajas, con el resultado de dos muertos --y nada importa que la banda no pretendiese asesinarlos--, hizo que la desconfianza más absoluta dominase entre los dirigentes políticos y en la opinión pública acerca de lo que los terroristas digan o prometan. Da lo mismo que tuviesen intención de engañarnos o que un grupo descontrolado realizase la macabra y absurda acción por su cuenta: incumplieron lo prometido.

Por eso, los comunicados caen en terreno baldío: los españoles no quieren negociar con ETA, aunque tendremos que acabar haciéndolo. Pero desde una posición de fuerza, sin ceder en aquello en lo que es imposible ceder, sin ofender a las víctimas que ha ido sembrando la banda de horror.

Sospecho que habrá un tercer comunicado. Y acaso un cuarto. Cada vez avanzando más en el camino de una paz que ahora procuran mediadores internacionales a los que, sospecho, casi nadie hace caso en España. Puede que esta semana asistamos a nuevos capítulos en los esfuerzos de los ilegales, pero muy activos, batasunos por mostrar que ellos sí son capaces de gestionar la paz con los poderes del Estado. Pero ellos, los etarras, han dejado de ser el principal problema para un país angustiado y decepcionado por otras cosas, y hasta para un Gobierno que necesita pactos inmediatos para sobrevivir hasta las próximas elecciones. ETA, debilitada, desnortada, desconcertada --bien perceptible es en sus comunicados, reiterativos y farragosos--, ya no es una angustia, la pesadilla obsesiva, para los españoles. Son un residuo pegajoso para los suyos, un grupúsculo fanatizado para la mayoría de los vascos, una "mierda", en palabras del inolvidable Labordeta, para todos los demás.