De un tiempo a esta parte pareciera que hubieran aparecido decenas de adivinadores, con su correspondiente bola de cristal, sabedores de lo que la sociedad en general opina sobre una determinada cuestión. La gente piensa esto, la gente piensa lo otro, dicen sin ni siquiera sonrojarse. La irrupción de las redes sociales ha venido a incrementar el don de estos nuevos personajes hasta el punto considerar que Twitter o Facebook son una especie de espejo donde la gente, ese ente abstracto que representa a la mayoría, se mira a diario. Existen herramientas para redes sociales que extraen estadísticas sobre si la mayoría está a favor o en contra de una determinada decisión, y muchos las siguen a pies juntillas como si 140 caracteres fueran justo lo que se precisa para hacer la foto de toda una sociedad.

Difiero de ese concepto. La gente piensa lo que le da la gana, y muchas veces resulta muy distinto a lo que aparece en las encuestas y no digo nada en las susodichas redes sociales donde, por cierto, a diferencia de los que ‘viven’ en ellas, mucha gente ni está ni se le espera. Esto no es quitarle importancia a estos nuevos mecanismos de comunicación ni tampoco hacerlas malditas en el campo de lo social, pero sí es conveniente colocarlas en su justo lugar, entre otras cosas por el anonimato en que se envuelven buena parte de sus participantes, en muchas ocasiones para hacerse decenas de perfiles falsos y opinar a diestro y siniestro con el único propósito de influir en el resto y arrogarse el protagonismo de la generalidad.

Digo esto por las opiniones que se están vertiendo de un tiempo a esta parte sobre la maniobra de derrocamiento de Pedro Sánchez en el PSOE y la incógnita en la que se ve envuelto ahora el partido, cuya misión consiste en no quemar más naves de las ya destruidas y pasar este trago cuanto antes. Hay quienes consideran que la abstención técnica a Rajoy resulta lo más factible y quienes, por el contrario, creen que supone la muerte del partido por la incongruencia de dejar pasar a la derecha corrupta que nos ha gobernado los últimos años.

He de confesar que, llegados a este momento y con todas las miserias del partido sacadas a la luz, no sé qué le conviene al PSOE en su propia estrategia, pero lo que sí es seguro es que los que se oponen a la abstención son los que más salen a escena, los que más ruido hacen a las puertas de Ferraz y los que copan de forma mayoritaria las redes sociales hasta el punto de silenciar al resto. Por eso me vienen a la cabeza dos preguntas: ¿Qué piensa la militancia en general, en su conjunto? Y lo más relevante: ¿Y la gente? ¿Qué piensa la gente? Porque las elecciones se ganan con el apoyo de la militancia, pero es el electorado, los votos vertidos en las urnas, los que dan un gobierno, te mandan a la oposición o, lo peor, al ostracismo más absoluto.

En el plano del partido se puede decir que la militancia está dividida en dos si bien hay una parte, la que apoya la abstención, que no habla por miedo a ser acusada de traidora. Porque abstenerse ante la derecha no lo quiere nadie, Rajoy es el enemigo a abatir, pero ir a unas terceras elecciones donde el ascenso del PP está garantizado y el descenso del PSOE, a la vista de su crisis interna y su consiguiente exhibición, se da por seguro, no deja de ser un salto en el vacío cuyas consecuencias pueden ser terribles. Además, llegados a este punto, la tercera vía consistente en intentar un gobierno con Podemos e independentistas y la abstención de Esquerra, ha quedado descartada.

¿Y la gente? La ciudadanía está expectante y a la vez inquieta después de 10 meses con un gobierno en funciones que arroja un país paralizado. Quiere ver el papel que juega el PSOE en este trance y en su mayoría no anda perdiendo el tiempo en cuestiones ideológicas ni de estrategia. La sociedad española está mayoritariamente en un espectro ideológico de centro y sabe perfectamente donde ha estado y está el PSOE, partido que por otra parte ha gobernado este país muchas legislaturas. Quiero decir con esto que no va a pasarle factura por una abstención ni porque forme gobiernos alternativos, pero sí quizás por retrasar aún más la llegada de un nuevo gobierno. Porque, aunque no sea verdad, lo cierto es que si hay terceras elecciones la gente en su mayoría ya ha asumido que la culpa va a ser del PSOE y solo del PSOE y ese estigma no se lo quitará de encima por mucho que lo niegue mil veces.