XExra de prever que los ecologistas se opusieran a la Refinería Balboa, lo que pocos esperábamos es que nos pusieran en el brete de decidir, aquí y ahora, en Extremadura y debido a un concreto proyecto empresarial, cuál será el destino de la humanidad. Parece como si, de todas las iniciativas empresariales del mundo, Refinería Balboa fuera la más endemoniadamente desastrosa. El alarmismo ha sido la tónica en los discursos de los opositores, sobre todo los conservacionistas e IU. Las críticas han ido derivando en función de la contestación que han ido dando los que conocen del tema (expertos acreditados hay más allá del fanatismo) y la sociedad. Ante la ineficacia de la batería descargada hasta el momento, centrada en lo local (enfermedades, lluvia ácida, la agricultura finiquitada, vinos desastrados, etc), vuelven a la carga con argumentos globales. El último es el del terrible impacto que la crisis medioambiental mundial tiene en el Tercer Mundo. Vienen a pedirnos que renunciemos a los privilegios que creemos falsamente justos sólo por tener posibilidades económicas de acceso a ellos . Y no puedo evitar preguntarme a qué privilegios renuncian ellos. O es que los ecologistas no repostan sus todoterrenos y turismos en las gasolineras. Qué pasa por sus cabezas cada vez que introducen la manguera en el depósito de sus vehículos. Cómo pueden sobrellevar los remordimientos. Sólo una explicación hallo, la misma que daba aquel predicador al que un feligrés le afeó un comportamiento contrario a sus predicamentos, ante lo cual el religioso respondió airado: "Hijos míos, haced lo que os digo, y no lo que hago". Predicar es fácil, renunciar al desarrollo no. Criticar al emprendedor al que no avalan multinacionales es sencillo, sólo así se explica tanto ruido con la refinería extremeña y tanto sigilo con otros proyectos que se urden en la periferia de la región. Los ecologistas han elegido su cabeza de turco, se llama Refinería Balboa, y con él se ensañan. A eso hemos llegado. Hablan del cambio climático como un problema tan enorme que preocupa, incluso, a las naciones del G-8. Lo que callan es que esos mismos países se están planteando subvencionar nuevas instalaciones de refino. Ya no es suficiente con ampliar refinerías. Es preciso, en tanto que no exista un modelo energético alternativo (y nos guste o no, no lo hay), construir nuevas más eficientes, capaces de transformar crudos pesados y que tengan menores emisiones por unidad de producción. Eso precisamente es lo que plantea el proyecto del Grupo Alfonso Gallardo. Una refinería moderna y respetuosa con su entorno. Y eso, aunque se empeñen en negarlo, es desarrollo sostenible que, paradójicamente, es lo que piden. Llegarán otros modelos, y ojalá lo hagan pronto pero, entre tanto, ¿qué hacemos? ¿Dejaremos de repostar nuestros vehículos? ¿Dejarán de hacerlo los ecologistas, o los líderes de IU que tantos kilómetros hacen para defender sus ideales? ¿Dejarán de hacerlo los opositores a la refinería que empapelan Extremadura con carteles que habrán costado la vida a innumerables árboles, que enarbolan pancartas hechas con materiales plásticos procedentes del petróleo? Me temo que no. Así que dejen de pedir que hagamos lo que ustedes dicen y prediquen con el ejemplo y si tanto les preocupa la solidaridad con los más pobres piensen por una vez en sus vecinos, esos que llevan meses en las listas del paro, o en los que tienen que seguir emigrando porque Extremadura, tan sostenible ella, no es capaz de sostenerles a ellos.

Predicar es fácil, renunciar al desarrollo no. Criticar al emprendedor al que no avalan multinacionales es sencillo. Sólo así se explica tanto ruido con la refinería extremeña. Los ecologistas han elegido su cabeza de turco: Refinería Balboa, y con él se ensañan