Tras conocerse el interés de la compañía estatal rusa Gazprom por comprar la participación de la constructora Sacyr en Repsol, se ha destapado la caja de los truenos. Según el decir del vicepresidente Solbes , al Gobierno le "chirría" (¿?) la operación; sin emplear tan rara expresión, otro tanto tiene dicho el PP por boca de Rajoy . También hemos oído a Brufau , el presidente de la petrolera, decir que lo razonable sería que la empresa que preside siguiera siendo española. Lo dijo, confiando en la mala memoria de los periodistas que recogían sus palabras ya que nadie le preguntó --si ése era su criterio-- qué pensaba hacer con PEMEX, la petrolera estatal mejicana que también está en Repsol.

Según los datos que manejan los expertos, Gazprom no va a ser el comprador que ponga los 18.000 millones de euros que del Rivero (hombre fuerte de Sacyr), necesita para sanear sus burbujas inmobiliarias. Se habla de otra empresa rusa, Lukoil, y, también , de la francesa Total, la niña de los ojos de Sarkozy , dueño de la silla en la que se ha sentado Zapatero en la cumbre del G-20 reunida en Washington. Se habla de todo esto y más: de Repsol como empresa estratégica pese a que sólo es una gran distribuidora y apenas dispone de campos petrolíferos propios, lo cual disminuye mucho su pretendida españolidad empresarial .

La noticia de la hipotética entrada de capital ruso en una empresa española ha desempolvado el curioso discurso de los campeones nacionales que escuchamos cuando el lío de Endesa y sus pretendientes italianos y alemanes. Quienes por la mañana defienden la economía libre de mercado y por la tarde la españolidad de determinadas empresas, deberían revisar los fundamentos de su forma de pensar porque, es verdad que Rusia todavía no es una democracia como puedan serlo Holanda o Luxemburgo, pero tampoco lo es Argelia --y allí tienen la llave del gas que consumimos en España--; ni son democráticos los emiratos o Arabia Saudita, países cuyos petrodólares compran empresas españolas.

Por no hablar de Argentina, país en el que Repsol opera como socio extranjero de empresas de allí y donde un día de éstos al atrabiliario Gobierno de la señora Fernández de Kirchner puede darle la venada y nacionalizar la compañía. El Muro y la Unión Soviética cayeron a finales del siglo pasado, pero aquí hay quien hace ver como que no se ha enterado. Ahora, los lobos están en el mercado y eso es lo que algunos pretenden disimular desempolvando el espantajo del miedo a los rusos.