Tras ver y escuchar la declaración del eurodiputado Agustín Díaz de Mera en el juicio por la matanza de Atocha es difícil sustraerse a una turbadora sensación de ira. Oír decir con voz mansa que no podía revelar el nombre de quien había elaborado un documento en el que --supuestamente-- había datos suficientes que demostraban la conexión de la ETA con los islamistas y los atentados del 11-M a quien hace siete meses proclamaba con aplomo que tal conexión existía, ya digo que provocaba indignación. Indignación al escuchar a un servidor público que hablaba de lealtad --hacia no se sabe quién--, al tiempo que al negarse a colaborar con la Justicia hurtaba esa misma lealtad a las 191 personas asesinadas hace tres años. 191 personas que, para más inri, aquella mañana del 11 de marzo salieron de sus casas confiando en que ciudadanos como el director general de la Policía --y el resto de los servidores del Estado-- velarían por su seguridad.

Amén de un delito, como apreció con serenidad y admirable determinación el juez Javier Gómez Bemúdez al negarse a facilitar la que --de ser cierta--, podría convertirse en la clave para despejar todas las sombras vertidas sobre la instrucción del sumario del 11-M, lo que ha hecho Díaz de Mera es pinchar el suflé que habían montado los inventores de la teoría de la conspiración . Políticos y periodistas. Tengo para mí que quienes durante los últimos tres años han patrocinado tantas insidias, quienes han sacado a la calle a tanta gente reclamando la verdad sobre el 11-M --estoy pensando en los señores Rajoy, Acebes, Zaplana, Astarloa o Aznar --, por decoro, deberían exigir a Díaz de Mera que hablara, que hable, que demuestre que existe el mencionado documento. Que lo enseñe y señale a su autor o autores para que de una vez por todas los españoles sepamos si había algo de verdad en las mentiras del 11-M . Queremos saber la verdad.

*Periodista