TPtrimer episodio. Normandía (Francia), primavera de 1970. Circulo por una carretera recta pero ondulada verticalmente. De repente, tras uno de los muchos cambios de rasante siento un fuerte impacto y el verdísimo paisaje de campos de cultivo se torna negro como la noche. Logré detener el vehículo a ciegas, pero tardé varios segundos en comprender la improbabilidad del suceso que acababa de vivir: un pájaro de gran tamaño, quizá un cuervo, se había estrellado contra el parabrisas. Mientras dejaba los restos del pobre animal en la cuneta tuve la impresión de que alguien me observaba desde algún punto de aquella soledad inmensa... y miré a mi alrededor. En efecto, allí, tras de mí, en la solitaria rama de un fantasmagórico árbol seco, otro pájaro muy parecido me miraba perplejo. Es la pareja del finado, pensé mientras murmuraba una disculpa. Un día después volví a pasar por el mismo lugar en sentido contrario y fue fácil reconocer el árbol mucho antes de llegar a su altura. ¡No puede ser! Que el pájaro muerto continuara en la misma posición era muy razonable, pero que su pareja tampoco se hubiera movido era como mínimo conmovedor. ¡Lo siento, lo siento...!

Segundo episodio. Amapá (Brasil), agosto de 1996. La población está sobre el mismísimo ecuador. Su estadio de fútbol se diseñó de tal manera que los jugadores cambian de hemisferio cada vez que cruzan la línea de medio campo. Caminando por una calle no asfaltada de una aldea cercana, descubro dos pequeños pájaros muertos a pocos centímetros el uno del otro. Un pájaro muerto no es una gran noticia, pero la escena de dos cadáveres idénticos tan juntos merece una teoría. Una breve inspección aclara las cosas. Casi todas las casas del lugar son de madera con ventanas sin cristales, excepto una moderna oficina equipada con aire acondicionado y una gran vidriera. Aún estaba fresco el doble punto de colisión en aquel obstáculo que los pájaros no pudieron ver. Murieron tal como siempre habían vivido: muy juntos. ¡Pero qué juntos volaban...!

XTERCERx episodio. Denver (Colorado, EEUU), principios de septiembre del 2006. Me paseo con expertos paleontólogos por la feria anual más importante de fósiles y minerales del mundo. Durante un par de semanas recorro cientos de puestos distribuidos por los hoteles de la ciudad entre decenas de miles de coleccionistas, museógrafos, aventureros, científicos, docentes y curiosos. Busco restos y rastros para una exposición permanente en CosmoCaixa que ilustre, con piezas originales, las efemérides de más de 4.000 millones de años de evolución: primera célula, primeros seres pluricelulares, la conquista de tierra firme, la conquista del aire, la extinción de los dinosaurios... La muestra serpentea hoy a lo largo de un kilómetro por el interior del museo, de modo que cada paso del visitante corresponde a unos cuatro millones de años de evolución. La novedad en aquella edición es que se podían encontrar fósiles chinos de uno de los primeros pájaros, el Confuciosornis sanctus . El tercer día di con un fósil extraordinario: dos de estos pájaros yacían en la misma postura muy juntos en la misma pieza. Parecía la crónica de un drama shakesperiano ocurrido 120 millones de años antes. ¿Se puede pensar en mejor testimonio de promesa de amor eterno?

Tres historias de fidelidad conyugal y en los tres casos se trata de pájaros. ¿Se inventaron ellos la monogamia? ¿Quién no ha visto a dos cisnes besarse mientras dibujan un corazón con sus cuellos? Las cariñosas parejas de albatros también lo son de por vida, las tórtolas son el icono de la fidelidad en todas las culturas, los mirlos ensayan dúos íntimos durante el cortejo que luego interpretan el resto de su vida en común, los cóndores viven con sus padres hasta que encuentran su definitiva media naranja, la grulla de cola blanca se deja morir de inanición cuando pierde a su pareja...

Pero atención con sacar conclusiones enfadosamente moralizantes del mundo natural. Natural es, sencillamente, todo aquello que ha sido favorecido por la selección natural, y a veces la evolución selecciona estrategias opuestas para resolver una misma cuestión. El pavo real es sin duda el ejemplo más claro. Fidelidad conyugal y monogamia no son la misma cosa, pero en los mamíferos (la clase taxonómica de los humanos) prima la acaparación de hembras y su organización familiar más frecuente es nada menos que el harén. El lobo es probablemente el animal más odiado en la literatura por traidor, malvado y tramposo, cuando en realidad es todo un ejemplo de nobleza y respeto dentro de su familia.

El amor tiene, como casi todo lo humano, raíces naturales y culturales, pero ¿quién aportó la monogamia a la evolución? ¿Fueron los pájaros? Quizá, pero no olvidemos que los pájaros descienden de los dinosaurios...

*Profesor de la Facultad de Física