TAtdmirado y valiente hidalgo don Quijote de la Mancha :

Acabo de visitar los patios y claustros de la Asamblea de Extremadura y he podido contemplar su imagen, leer sus discursos, conocer a Sancho , revivir la época de sus aventuras e impregnarme de su locura. No podría imaginar usted cómo en estos días, 400 años después, comparte esta casa con otros caballeros andantes de lanza-palabra en astillero, secos de carnes, frisando, como usted, los cincuenta años y enjutos de rostro, a los que han podido los encantamientos de la política y andan metidos en desafíos, pendencias y disparates imposibles.

A usted, señor, la literatura le volvió loco hace muchos años y de esa bendita enfermedad le conocemos, por Cervantes , como un hombre encantado que vive fuera del orden natural. Lo mismo que a veces ocurre en nuestra Asamblea donde, de tarde en tarde, el orden natural desaparece y surgen locuras de embrujamiento en personas ricas en inteligencia y en imaginación, de carácter colérico y melancólico, propensos a manías y ataques como usted mismo o más, querido don Quijote . Usted, admirado caballero, limpió y aderezó unas viejas armas de sus bisabuelos y, con tal vestimenta, causó espanto y risas un siglo después. Igual que ocurre en este lugar cuando se olvida la cortesía parlamentaria y sus señorías recurren a lenguajes del pasado donde, el desprecio a las personas, el ejercicio del autoritarismo y el olvido de la buena educación, son puestas de manifiesto entre quienes pretenden adueñarse de vidas, almas y haciendas. A quien fue capaz de hacer confesar a los mercaderes murcianos que no hay en el mundo doncella más hermosa que la emperatriz de la Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso , quisiera yo verle en esta casa para convencer a sus señorías del respeto debido a las opiniones diferentes y a las leyes y el reglamento que ordenan las conductas a seguir por sus señorías, sin que le molieran a palos o con los dardos más dolorosos de la palabra. El fiel Sancho, como hiciera en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento, le advertiría: ¿No lo dije a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino refinerías de brent y viento, y no lo podía ignorar sino quien llevase otras tales en la cabeza?

Le respondería usted que las cosas de la guerra y la política están sujetas a continua mudanza, "que yo pienso que aquel sabio Frestón que me robó el aposento y los libros ha vuelto estos gigantes en lo que dices, por quitarme la gloria de su vencimiento".

Rogando disculpe mi atrevimiento por construir esta carta con su discurso, le saluda.

*Periodista