WMwás allá de un palmarés que da un nuevo impulso a la imparable carrera internacional de Alejandro Amenábar, los premios del cine europeo entregados en Barcelona demostraron que la idea de una cinematografía continental capaz de constituirse en alternativa creíble a Hollywood es, hoy por hoy, una entelequia. Abundan en Europa los autores inquietos, comprometidos con su trabajo y deseosos de ofrecer una mirada personal sobre las cosas. Pero son reductos aislados de creatividad en un continente en el que la precariedad de la industria, la falta de canales de comunicación y la diversidad lingüística dificultan el intercambio de películas y la conexión con el público.

Es revelador que muchos de los candidatos en la gala del sábado confesaran que desconocían por completo quiénes eran sus rivales. Y que Amenábar afirmara, a los pocos minutos de terminar la ceremonia, que su prioridad era la promoción de Mar adentro en Estados Unidos. También las dos candidaturas obtenidas para los Globos de Oro le habrán llenado, sin duda, de satisfacción porque, como él mismo ha señalado, la puerta grande para los cineastas está hoy en Hollywood. Y no parece que eso vaya a cambiar.