La organización y coordinación de cinco atentados suicidas tan bien ejecutados, con el adiestramiento secreto de los 14 kamikazes --13 de los cuales se inmolaron con sus explosivos--, no parece estar al alcance, si actuaba en solitario, de un minúsculo grupo integrista como La Recta Vía, al que Rabat acusa de la matanza de Casablanca. Conocidos por su violencia islamista callejera de nivel limitado, son como las pandillas de adolescentes occidentales ultraderechistas, pero todo hace pensar que carecen de los medios y de la estructura necesarios para llevar a cabo unos golpes tan complejos.

Las autoridades marroquís desean tranquilizar a su propia opinión pública, al turismo y a los inversionistas internacionales, diciendo con una celeridad sospechosa que todo está aclarado y resuelto. Culpan a una minoría marginal del propio país manipulada desde el exterior, y procuran que no parezca que Al Qaeda pueda estar presente en Marruecos. Una vez detenidos en Casablanca los sospechosos habituales , incluyendo a todos los familiares de los jóvenes suicidas, Rabat no profundiza en las raíces sociales y económicas que debe estar tejiendo el terrorismo islamista muy cerca de aquí, al otro lado del Estrecho.