Filólogo

Una grave epidemia nos cerca: los desmemoriados: ¿Puede alguien generar más pena que una persona que se levanta, desayuna, coge su coche para ir a trabajar y se olvida de que es presidente del consejo de administración de nueve empresas? ¿Puede alguien no compadecer al presidente provincial de un partido político que no sabe el pobre hombre dónde trabaja, por dónde cobra la nómina y cotiza a la Seguridad Social para que en su día pueda devengar su pensioncilla?

No son entes de razón: uno es la mano derecha del alcalde de Madrid, el otro es el señor Herrero de Tejada, presidente del Partido Popular madrileño, hábil consejero de Caja Madrid y suelto cazador de pelotazos urbanísticos. ¿Cómo pueden personas con tan grave deterioro neuronal estar al frente de responsabilidades políticas en un Estado de derecho y pertenecer a un partido incompatible con la corrupción? La epidemia se nos ha colado también en casa: los estafadores del tomate en Extremadura tampoco recordaban que estaban defraudando ni se percataban de que sus cuentas corrientes engordaban día a día. ¿No les pasa a ustedes, que no recuerdan cómo y por qué aumenta su cuenta corriente?

Lashley dice que después de una ablación de hasta el 80% de la masa cerebral, la memoria permanece intacta: ¿Qué cerebro les quedará a estas personas, que carecen de memoria? Parece lógico que tales personas se sometan, como mínimo, a un drástico tratamiento de choque con rabos de pasas, para ver si se recuperan de ese mal que consiste en aprovecharse de las instituciones y cobijarse impunemente bajo los partidos.

Lo más grave es que la epidemia de la desmemoria llegó también a la Inspección de Trabajo de Madrid, a la Inspección de Hacienda y al fiscal general del Estado, con un agravante: la suya es una amnesia selectiva, que necesitará, probablemente, un tratamiento con los mejores rabos (de pasa).

¡Preocupante!