XAxparentemente todo empezó con la brutal destrucción de las Torres Gemelas de Nueva York, en el año 2001. ¿Cómo por arte de mala magia empezó ahí, porque sí, orden directa de Satán --el Eje del Mal-- la conspiración del islam arcaico contra el moderno y democrático Occidente? Sólo un razonamiento empobrecedor y simplista (amparado en lo espantoso del atentado) pudo meternos, así, en la estulticia del pensamiento único.

El problema del islam con Occidente es viejo. Pero en lo moderno tiene tres fases: la mala partición de lo que fue Imperio otomano, tras la primera guerra mundial, creando países --colonizados por Occidente-- que nunca habían existido como tales --Irak o Siria--; la creación del Estado de Israel (que pudo ser justa, y más tras la segunda guerra mundial) pero que se hizo contra los árabes, expulsando a los árabes; y, finalmente (obvio es que sintetizo mucho) el mal funcionamiento de las tiranías prooccidentales, en los países petroleros ricos, pero al servicio de Occidente, con masas empobrecidas y desamparadas, en la mayoría de los casos.

A toda esta cadena de males --mayores o menores-- se une el atraso del islam como cultura propia (un islam medievalizante, falto de una revolución laica) y el rechazo de muchos a lo que por otro lado aman, la occidentalización como salida única. Si a este laberinto de marginación y preterición añadimos que el conflicto palestino-israelí no sólo no se concluye sino que se agudiza, convirtiendo a los palestinos en pueblo de quinta fila (el origen inmediato del terrorismo islámico surge ahí) comprenderemos el primitivo gesto de muchos árabes de volver a buscar el amparo de una religión --la suya-- atrasada y cerrada en su faceta más antioccidental y agresiva.

Para colmo de males, tras el 11-S, Bush (un presidente en verdad torpe, como sus seguidores) no hace nada para solucionar el problema --capturar a los terroristas, pero sólo a ellos, y acabar en justicia con el contencioso palestino-israelí-- sino que, descabelladamente, en lugar de procurar cerrar la herida, la amplía --basado en su poderío militar, y en el apoyo simbólico de adláteres como Blair o Aznar, cuánto daño nos ha hecho Aznar -- atacando Afganistán y sobre todo Irak (cuyo régimen, antes, fue protegido por los mismos que luego lo derribaron), metiéndose y metiéndonos, tal parece que a tontas y a locas, en un callejón de cada día más complicada salida. Cierto que Occidente (que acoge a muchos musulmanes) no puede estar en contra del islam, pero sí debe estar --y frontalmente-- contra el integrismo islámico. Occidente debe enfrentarse al integrismo islámico (y claro es, al terrorismo, más salvaje que nunca, por fanatizado y primitivo) pero no al islam. Como desde el inicio vieron los más lúcidos, una cosa era perseguir a Al Qaeda y a Bin Laden y otra ir extendiendo la guerra imperialista por el mundo, llenándolo a su vez, de víctimas inocentes. ¿Si han muerto 500 soldados norteamericanos, cuántos civiles iraquís han perecido en esa descabellada invasión? Bush, Blair --y de refilón Aznar y Berlusconi -- se han equivocado dramática y espantosamente. No han solucionado nada y lo han empeorado todo. Sólo reconduciendo (reorganizando el problema) éste tendrá solución. Hay que perseguir y encarcelar a los terroristas de Nueva York y de Madrid, pero hay que ayudar a los países árabes que se sienten --desde hace muchos años-- humillados y ofendidos. Y hay que solucionar (sin Sharon y acaso sin Arafat ) el problema de Israel y Palestina que ha sido --y es-- la espoleta del torpedo. Hay que crear justicia y diálogo, no guerra. ¿Difícil? Cierto. Pero no imposible. Perseguir a Bin Laden, pero quitar a Bush, a Blair, a Aznar, a Sharon y a Berlusconi de un escenario que han deteriorado hasta lo imposible.

*Escritor