Catedrático de la Uex

La Constitución europea recoge en su preámbulo algunas de las raíces de Europa; concretamente la greco-latina y la Ilustración. En ese preámbulo se habla, en efecto, de las herencias culturales, religiosas y humanistas de Europa que, según explica, fueron "alimentadas inicialmente por las civilizaciones griega y romana", "y más tarde por las corrientes filosóficas de la Ilustración". Algunos miembros de la convención habían propuesto que se recogieran otras posibilidades como el "patrimonio religioso, especialmente cristiano" que ha forjado el continente. La Iglesia católica se ha manifestado al respecto. Josep Miró i Ard¨vol, presidente de la Convención de Cristianos por Europa, en una declaración pública, considera que el proyecto de preámbulo "resulta totalmente insatisfactorio y puede generar un factor de la división adicional a la ya maltrecha unidad política de Europa". "Roza", dice, "lo ridículo que el preámbulo haga referencia nominal a la componente helenista y romana y salte directamente a los filósofos de la Luz, omitiendo la referencia cristiana sin la cual la Ilustración resulta incomprensible". En una entrevista concedida a Radio Vaticano, el cardenal Roberto Tucci, miembro del consejo directivo de la emisora pontificia, consideraba que los componentes de la convención no han comprendido el sentido de la propuesta hecha por la Iglesia al respecto. "No se trataba", decía, "de una adhesión (al cristianismo), sino de reconocer el derecho histórico del enorme influjo que ha tenido la cultura cristiana sobre la cultura europea". De este modo, en el preámbulo, "falta el factor más unificador de Europa, que ha sido la cultura cristiana".

A mí me parece muy bien que se recojan en el preámbulo de la Constitución europea las raíces greco-latinas de Europa; no en vano, por profesión, me dedico al estudio de esas raíces, que hay que buscar no sólo en los siglos antiguos, sino también en los siglos XV, XVI y XVII. Me parece también muy bien que se cite como raíz la Ilustración dieciochesca. Pero lo que no me parece bien es que se hagan saltos en la historia ni me parece bien que se practique la dammatio memoriae .

Si entendemos que por civilizaciones griega y romana los padres de la Constitución europea se refieren a la cultura greco-latina antigua y al Renacimiento, durante el cual se recuperó esa cultura greco-latina antigua, entonces, los padres de Europa sólo se han olvidado de los siglos de la Edad Media. Y eso es hacer un salto en la historia. Y no entiendo por qué se hace ese salto. No voy yo a descubrir ahora la importancia de la Edad Media para la cultura europea. Sí quiero decir que durante esos siglos y también durante el Renacimiento, cultura latina y cultura cristiana son, en un buen porcentaje, lo mismo: casi todo lo que se escribe en latín es cristiano y todo lo cristiano que se escribe es en latín; a partir del siglo VI, la literatura latina, con entidad como latina, no existe; lo que existe es la literatura latino-cristiana, que durará siglos. Y también quiero decir que curiosamente la Edad Media es quizá la edad que más gancho y atractivo tiene para cineastas y novelistas; recuérdese el éxito de novelas como El nombre de la rosa o Los pilares de la Tierra. No parece tenerlos para los padres de Europa. La damnatio memoriae es lo que practicaban algunos emperadores romanos en relación con su antecesor: borraban todo símbolo y todo aquello que de alguna manera recordaba al anterior emperador; borraban, en definitiva, su memoria, aunque no fuera mala. De esa forma pretendían acentuar su propia presencia y su propia entidad. Es un viejo procedimiento este de borrar lo anterior para afirmar lo nuevo; aunque no haya contradicción esencial entre lo anterior y lo nuevo. Hasta los que ocupan un cargo, cuando entran en él, cambian los muebles del despacho del anterior inquilino. Es un procedimiento de afirmación de la propia entidad. Europa, para afirmarse, ha practicado la damnatio memoriae con uno de sus pilares.