Eufórico por el oxígeno que le dan los buenos datos económicos, Mariano Rajoy compareció ayer ante los medios de comunicación (lo cual, de por sí, ya es casi una noticia) para hacer balance de la legislatura antes del periodo vacacional. Como no podía ser de otra forma, la situación política en Cataluña -con el referéndum del 1-O anunciado por Carles Puigdemont encima de la mesa- centró buena parte de su intervención. Impertérrito en su discurso habitual (en Cataluña debe regresar «la mesura, la moderación y el sentido común»), Rajoy anunció la decisión de recurrir ante el Tribunal Constitucional (TC) la reforma del reglamento del Parlament que permitirá a la mayoría independentista la aprobación en un solo día de las leyes de desconexión y convocar de manera oficial el referéndum del 1 de octubre. Rajoy basa su decisión en el informe del Consejo de Estado que avala la impugnación ante el TC. Argumenta el presidente del Gobierno que el nuevo reglamento vulnera el derecho de participación política de la minoría parlamentaria reconocido en la Constitución.

Más allá de la cuestión legal -la aprobación exprés de una legislación de tanto calado, sin debate parlamentario, en efecto genera muchas dudas de toda índole-, Rajoy demostró una vez más en su intervención que fía toda su estrategia ante la situación política catalana a la vía judicial. Si en el momento actual, cuando la Generalitat ha expresado su voluntad de convocar un referéndum que es ilegal según el ordenamiento judicial, es coherente su postura, cara al 2-O cabe recordarle al presidente que la vía únicamente judicial no es la solución a un problema que es eminentemente político. A qué se refiere cuando afirmó que su Ejecutivo ha hecho «una pequeña aproximación» sobre el escenario catalán a partir del 2 de octubre es una de las claves de lo que está por venir.

El resto de la rueda de prensa Rajoy la dedicó a sacar pecho por los datos económicos y a presumir de la estabilidad de su Gobierno pese a la minoría parlamentaria en la que se encuentra en esta legislatura. En una semana en la que declaró como testigo en el juicio por la trama Gürtel, Rajoy se desmarcó de nuevo de los casos de corrupción como un asunto del pasado, de «hace diez años». Rajoy en estado puro.