Hay noticias que se sustancian en un par de fotos. La de la Convención celebrada por el PP en Cataluña nos dejó una de Mariano Rajoy pedaleando en una bicicleta estática y otra de Francisco Camps , en Valencia, a los mandos de un Ferrari , mientras Rajoy hablaba en Barcelona de unidad y liderazgo.

Diseñada como plataforma de relanzamiento de la figura de Alicia Sánchez Camacho como cabeza de cartel de los populares en las próximas elecciones autonómicas catalanas, a la postre, la Convención se convirtió en un acto orientado a transmitir dos ideas que la realidad, con su acostumbrada tozudez, se apresuró a desmentir. La primera es que todo el PP es una piña alrededor del liderazgo de Mariano Rajoy, pretensión que, como decía, quedó desdibujada por las comentadas ausencias de los dos dirigentes --Francisco Camps y Esperanza Aguirre -- que, indirectamente, habían dado pie a este acto político por sus conocidas y reiteradas renuencias a la autoridad de Rajoy. También llamó la atención la marcha de Javier Arenas , amostazado quizá por unas declaraciones de la secretaria general, Dolores de Cospedal (ABC ) en las que --cito de memoria-- decía que hasta el año 2004, habían fallado los controles internos en el seno del partido. La pregunta estaba relacionada con el caso Correa . Arenas, como se sabe fue el anterior secretario general del PP.

La segunda pregunta a la que me refería cursa en torno al liderazgo del partido. Que algunos dirigentes y muchos simpatizantes del PP sigan dándole vueltas a este asunto quiere decir mucho. Quiere decir que si tras más de tres lustros en primera fila de la política nacional --ha sido vicepresidente del Gobierno, cuatro veces ministro y durante seis años jefe del primer partido de la oposición-- aún hay división de opiniones a la hora de considerar su idoneidad como líder del partido, será por algo. O, no, cómo diría el propio Rajoy en una de sus salidas a la gallega.