El Partido Popular concluyó ayer en Barcelona una convención nacional que tenía por objetivo reconducir el debate en la organización hacia las grandes cuestiones que afectan a los ciudadanos, reafirmar el liderazgo de Mariano Rajoy y dar por liquidado, en lo posible, el conflicto interno abierto por el caso Gürtel y la batalla por el poder en Madrid.

Sobre el reforzamiento del liderazgo de Rajoy y la resolución de los conflictos internos, no parece que la cumbre haya cubierto sus objetivos. Los dos barones que más quebraderos de cabeza están dando al líder del partido --Esperanza Aguirre y Francisco Camps-- protagonizaron mucho más de lo debido los contados momentos en que estuvieron presentes en Barcelona, exhibiendo sin recato sus poderes y su claque, pese a que el propio Rajoy dijo que tenía entereza para aguantar lo que le echaran, defendiendo así su independencia y solicitando el apoyo de sus filas. Pero la ausencia de los dos líderes tan en el candelero en el discurso final de Rajoy, aduciendo otros compromisos, no deja de ser una muestra más del estado en que se encuentran las cosas.

Por lo demás, Rajoy ofreció un discurso moderado, de mano tendida para arrimar el hombro ante la crisis y de compromiso inequívo en la lucha contra la corrupción. Mención aparte merecen sus referencias a la política catalana. Rajoy sabe perfectamente que una de sus asignaturas pendientes, posiblemente la principal, para acceder al Gobierno de España pasa por mejorar los resultados en Cataluña, donde la distancia con los socialistas es nada menos que de 17 escaños, dos más que la diferencia entre los dos partidos en toda España.

La elección de la capital catalana como sede de un acto que ha contado con cerca de 3.000 participantes ha sido un guiño a la importancia que el PP y el propio Rajoy conceden a Cataluña en su objetivo de llegar a la Moncloa en el 2012, a lo que hay que sumar la aspiración de jugar un papel decisivo en la política catalana tras las autonómicas del próximo año.

Pero para dar ese salto adelante, Rajoy no puede conformarse con eludir conflictos como el Estatut, la ley de educación y el nuevo sistema de financiación cuando visita Cataluña.

Son muchas las causas que mantienen al PP fuera del ecosistema político catalán, independientemente de quién haya sido su líder en cada momento. Rajoy debe reflexionar sobre por qué tantos catalanes son reticentes a confiar en él para regir los destinos de España. Y haría bien en no esperar, simplemente, a ver pasar el cadáver del tripartito para ser decisivo en Cataluña. Fiarlo todo a la aritmética no es, ni mucho menos, garantía de éxito.