Exito de crítica y público de Rajoy ante cien ciudadanos. Medio millón más de telespectadores que Zapatero en trance similar y, en general, comentarios favorables en medios de comunicación. Sin embargo, creo que el jefe de la oposición, al igual que en su día el presidente del Gobierno, pecó de un mal uso del lenguaje.

El lenguaje como barrera y no como puente. Sus seguidores glosan la cercanía de Rajoy. Efectivamente, es más cálido que Zapatero en el trato personal. Pero ambos tienden a refugiarse en el léxico de la clase política. No es lógico en el contacto directo con ciudadanos, aunque sea sobre un plató de televisión. En este caso deberían adaptarse al lenguaje del ciudadano que pregunta y asegurarse de que está siendo entendida la respuesta, se comparta o no. Eso no lo hizo Zapatero ni lo ha hecho Rajoy. Cierto que éste lo tuvo más fácil porque pudo aprender de los errores de aquél. Por contra, también los preguntantes aprendieron y con Rajoy fueron más precisos y bastante más agresivos.

Para comentar la jugada, dos momentos culminantes. Uno positivo, cuando Rajoy puso por delante de todo el amor por un hijo, del que un padre debe sentirse orgulloso en cualquier circunstancia, incluida la de su eventual opción sexual. Y uno negativo, cuando ocultó la cuantía de su sueldo mensual. También en esto se equiparó con Zapatero. Aquel no pisa la calle, pues no sabe lo que cuesta un café, y éste nos oculta su nómina. Mal rollo para el ciudadano normal , que diría el propio Rajoy.

Y, en fin, para los seguidores habituales de la política, el pasaje en la que el líder del PP asegura que se impone como obligación el esfuerzo de recuperar la sintonía con el PSOE en política antiterrorista, modelo de Estado y voluntad de mirar al futuro. Se toma nota pero, con la que está cayendo, y en vísperas electorales, la credibilidad del anuncio es más bien escasa.

Menos convincente estuvo en la gestión del gran agujero negro del PP en esta Legislatura: la mala digestión de la derrota del 14-M. Me refiero a la prisa de Rajoy por quitarse el luto cuando se aproximan unas elecciones. Eso supone la inesperada apelación a lo que digan los tribunales sobre el 11-M. O el recuerdo de que él no pertenecía al Gobierno cuando se produjo la masacre. Hombre, eso, lo uno y lo otro, podía haberlo dicho y hecho mucho antes. Nos hubiera ahorrado enredos y crispación.

*Periodista