El 4 de abril de 1989 Fidel Castro dio la bienvenida en La Habana a Mijail Gorbachov , presidente de la URSS. Las conversaciones terminaron en un profundo desacuerdo: el líder soviético comunicó la progresión de la perestroika, y el comandante cubano, la resistencia del socialismo.

Veintiún años después, la antigua URSS es un país desmembrado, sustituido por una potencia mundial, Rusia, y un conglomerado de repúblicas, etnias, religiones y sistemas políticos, en muchos casos caóticos. Existe en Rusia una democracia imperfecta y un sistema económico hipercapitalista donde antiguos miembros del KGB han alumbrado empresas poderosas y generado inmensas desigualdades.

Cuba sigue siendo un sistema socialista; sus carencias y necesidades económicas han llevado a su población a límites inimaginables de supervivencia y Fidel, contra todo pronóstico, ha logrado superar los umbrales del siglo XXI. Solo una gravísima enfermedad --de la que parece recuperado-- le obligó a traspasar formalmente el poder a su hermano Raúl . Muchos pensaron que el sistema se desmoronaría: en Miami se brindó por el cambio; el presidente Bush apretó a fondo las clavijas del bloqueo mientras en Cuba se producían redadas de opositores al régimen. Nunca pasó nada definitivo.

XMUCHOS PIENSANx que nada ha cambiado en Cuba; es un problema de comprensión de velocidades. El espejo de la transformación soviética ha sido un elemento de disuasión de cualquier cambio junto a la ingerencia permanente de Estados Unidos. Las antiguas relaciones con la URSS, fundamentales para la supervivencia de Cuba, han sido sustituidas por acuerdos con China, Venezuela, Brasil, la India, Irán y la propia Rusia. Pero los acuerdos comerciales tienen dos lastres: una balanza de pagos insostenible y una crisis profunda de la producción por esclerosis endémica del sistema cubano.

Sin embargo, la partida de ajedrez es lenta y sigilosa; la diplomacia vaticana está siendo eficaz en Cuba en alguna de las situaciones más delicadas, sobre todo después de que falleciera el prisionero Orlando Zapata tras una prolongada huelga de hambre.

España ha acogido a una veintena larga de opositores prisioneros, acompañados de sus familias, algunos de los cuales han protagonizado protestas públicas por su supuesta falta de confort y por la política de Zapatero hacia Cuba sin acordarse de quienes han quedado atrás, dando una penosa imagen de desunión y de falta de solidaridad.

Hay pocas dudas de que la liberación de estos opositores, cuya acusación formal era la de trabajar como agitadores al servicio de Estados Unidos, tiene que ver con la suerte de cinco cubanos condenados a cadena perpetua en Estados Unidos, por supuestas labores de espionaje civil en el entorno anticastrista de Miami. Uno de los asuntos que personalmente más le preocupa a Fidel Castro. La especulación, nunca confirmada, sería un sutil, asimétrico y asincronizado intercambio de prisioneros, como un remake de la guerra fría, cuya primera parte ya habría iniciado unilateralmente Cuba. La naturaleza de la revolución cubana, la idiosincrasia de sus veteranos dirigentes --incluido, naturalmente, el propio Fidel-- nunca aceptaría una negociación pública con Estados Unidos y la Unión Europea que pudiera interpretarse como una cesión ante presiones exteriores.

El discurso que pronunció Raúl Castro el domingo 1 de agosto es pieza fundamental para entender este proceso. Raúl hizo una confesión pública inédita en la historia de la revolución sobre las limitaciones del sistema comunista: Cuba no puede garantizar el pleno empleo y se dispone a revisar plantillas. Tampoco se ve capaz de organizar una producción económica estatal que consiga doblegar la crisis. Las consecuencias inevitables de ese aserto anunciadas solemnemente no han sido menores: la ampliación del esquelético sistema de trabajo por cuenta propia y el primer indicio de un proceso inspirado en el modelo chino. Los cubanos podrán crear unidades de producción privadas, contratar mano de obra de la que serán responsables mediante el pago de cuotas de la Seguridad Social y de impuestos.

Este proceso de apertura económica es difícil de disociar de las actividades de las autoridades eclesiásticas en Cuba, de la diplomacia española y de la Administración norteamericana, donde un cambio en la posición común de la Unión Europea podría ser la antesala de medidas de flexibilización del bloqueo, un elemento fundamental para la recuperación económica. Un primer síntoma podría ser la liberación de los presos cubanos en EEUU.

Quienes piensen que los cambios vendrán precedidos de medidas democratizadoras del sistema político no conocen la larga y tozuda marcha de la revolución. El milagro de la apertura será económico; y solo cuando la economía mixta funcione sin pérdida de control político del aparato del partido, podrá pensarse en otros avances que todavía son imposibles de precisar. Gorbachov ha tenido que esperar 21 años para un inicio de pequeños cambios en Cuba.