XCxomo un carnívoro cuchillo; de ala dulce y homicida; sostiene un vuelo y un brillo; alrededor de mi vida". Estos versos de Miguel Hernández contenidos en uno de sus poemas del libro El Rayo que no cesa definen perfectamente cómo nos sentimos los trabajadores y las trabajadoras de este país frente a la lacra social que representan los accidentes laborales.

Hoy, 28 de abril, se celebra el X Día Internacional de la Salud y la Seguridad de los trabajadores y trabajadoras y de recuerdo a las víctimas. Y celebramos este día para mantener en la memoria a esos 1,1 millones de trabajadores y trabajadoras que cada año, en todo el mundo, pierden la vida tratando de ganársela. Qué paradoja.

En España, los datos estadísticos del año 2004 así lo reflejan, en el mismo se produjeron 876.167 accidentes con baja. En estos accidentes perdieron la vida 955 trabajadores y trabajadoras durante la jornada de trabajo (13 de ellos extremeños), y 488 in itínere. A esto se añade el aumento de las enfermedades profesionales y su falta de reconocimiento.

En nuestro país el problema de los accidentes se ha convertido en endémico. Tan de España como..., los accidentes laborales podríamos decir, parafraseando el slogan de aquella antigua campaña publicitaria que se lanzó para promocionar hace unos años la ciudad de Cáceres. Y se han enquistado porque sistemáticamente se incumplen las leyes laborales de prevención de riesgos por parte de los que tienen la responsabilidad más inmediata de proteger a los trabajadores y trabajadoras de esos riesgos. Esa, pienso, es la primera y principal causa. ¿Por qué se incumple, o quien la incumple de facto es harina de otro costal. La prevención es cosa de todos, repetimos unos y otros, pero la responsabilidad y la voluntad de cumplir con la ley, y de esta manera poder eliminar esta lacra, no es la misma para cada uno. En esta tarea de la prevención que supuso un cambio conceptual del problema de la salud y la seguridad, somos muchos los que intervenimos. Pero se trata de la integridad física de los trabajadores, y eso, algunos parecen olvidarlo. A la dejadez de muchos empresarios se une la burocratización de la prevención practicada por algunos mal llamados servicios de prevención ajenos. Así nos encontramos con verdaderas chapuzas en cuanto a evaluaciones de riesgo se refiere en numerosos centros de trabajo, por no hablar de los planes de prevención que nacen de esas deficientes evaluaciones. A esto hay que añadir la falta de cultura preventiva de esos empresarios, que a lo máximo que aspiran es a tener sus papeles en regla, por si llega una inspección, pero de proteger a sus trabajadores de los riesgos nada de nada.

Las condiciones laborales en las que nos movemos no favorecen precisamente el desarrollo de la cultura preventiva y el desempeño de las funciones necesarias para que la prevención sea efectiva. La precariedad en el empleo hace débil al trabajador frente a los abusos de los empresarios, y la temporalidad y la rotación laboral no son buenas compañeras en la adquisición de hábitos preventivos de parte de los trabajadores, absolutamente necesarios para reducir la siniestralidad, a esto hay que añadir el uso abusivo de la subcontratación. Por otra parte, la formación e información sobre los riesgos a los que nos vemos expuestos, consiste en numerosas ocasiones en una breve charla o instrucciones básicas del manejo de herramientas que dejan indiferentes a los destinatarios de las mismas. Los empresarios deben cumplir la ley, y no precisamente de una manera formal, sino real. Deben integrar la prevención a sus empresas de manera decidida, y garantizar esos derechos de formación e información recogidos en la ley a sus trabajadores, mientras esto no sea así seguiremos siendo los campeones de la siniestralidad en Europa.

La otra cara de la responsabilidad es la de las distintas administraciones como garantes de que la ley se cumple. Los insuficientes recursos técnicos y humanos de los que dispone la Inspección de Trabajo hacen imposible que esto sea así. Necesitaríamos duplicar las plantillas para que esto fuese una realidad. No basta con promulgar leyes o adoptar medidas, hay que garantizar su cumplimiento.

Además de esto hay que cumplir los compromisos adquiridos en la mesa de diálogo social impulsando una estrategia española de seguridad y salud en el trabajo que esté en concordancia con la estrategia europea y coordinada con los planes de acción de las comunidades autónomas.

En cuanto a la situación extremeña es desalentador ver como la siniestralidad aumentó en un 32,8% en los dos primeros meses del año. Esto pone de manifiesto que el plan de actuación suscrito entre los agentes sociales y económicos y la propia Administración autonómica no va a resolver los problemas por sí mismo. Necesitamos imperiosamente aumentar el ritmo de implementación de las medidas contenidas en el mencionado plan, y esto sí que es una responsabilidad directa del Gobierno regional, éste tiene que decidir si coloca en primera línea de prioridad de su acción política la prevención de riesgos laborales, de lo contrario estamos abocados al fracaso, y no podemos conformarnos con ser la penúltima comunidad en cuanto a índice de incidencia, el objetivo tiene que ser accidentes cero.

Por nuestra parte, no nos queda más que intensificar nuestra acción sindical en las empresas a través de nuestros representantes, formando y asesorándolos en todo lo concerniente a sus derechos y también en sus obligaciones, así como denunciando todas las conductas ilegales que detectemos.

La prevención es tarea de todos, pero las víctimas, no lo olvidemos, las ponemos, en exclusividad los trabajadores y trabajadoras.

*S. Acción Sindical y Empleo.

CER. UGT-EXTREMADURA.