Hace poco tuve el privilegio de asistir a un curso de antropología física dirigido por un gran humanista y ser humano, Diego Peral . El pertenece, junto a los Vaz-Leal, Peña, Campillo , etcétera, a esa clase de profesores de nuestra facultad de Medicina que son en sí mismos un compendio de excelencia: docentes, investigadores, científicos, comprometidos y exigentes con su tiempo y con la sociedad extremeña. El doctor Peral se ha detenido a escuchar lo que dice nuestro pasado; los susurros de los cadáveres, las historias que nos cuentan las vidas que ya no son. Porque los huesos, por muy enterrados que estén, nos hablan. La memoria vive en ellos y es una inquilina molesta en ocasiones. Hay que tener temple para orquestar la música que muchos no quieren escuchar. La memoria. Ahora se lleva mucho reivindicarla, y para algunos eso está de más. ¿Por qué avivar las cenizas de un tiempo en el que uno era masacrado por razón de su credo o filiación política, sacar de sus fosas los dramas y fantasmas de nuestra guerra? La razón es bien sencilla. De un modo u otro, todos descansamos sobre arenas movedizas, lava aún humeante: la sinrazón de aquellas muertes. Y lo que está sucediendo alrededor del juez Garzón no es sino una pequeña muestra. Han de pasar unas cuantas generaciones para digerir tanto odio. Llegará el día en que los muertos dejarán de ser nuestros muertos. Y que lo que nos cuenten no haga sangre. Pero hasta que ese día llegue, en vez de liarla judicialmente, les propongo aparcar las diferencias y jugárnosla a la petanca. La Peña de los Durruti y de los Millán Astray . El que pierda no tendrá derecho a revancha. Pagará las cañas al otro bando. Aquí paz y después a otra cosa, aunque algunos tengamos que seguir tragando saliva cada vez que pasemos por el Palacio del Despropósito --también llamado de Congresos-- de Badajoz, ya que, por suerte o por desgracia, no nos será concedida nunca la dispensa del olvido. Pero sí del perdón. Los huesos de nuestros muertos, de todos y cada uno de ellos, apilados en nuestra conciencia, se lo merecen.