Los precios de los bienes y servicios de mayor consumo se redujeron en España durante el pasado enero cuatro décimas, y el IPC baja hasta el 3,7%. Es un buen alivio para el peor dato de coyuntura de la economía española, junto con el paro. La explicación que se ha dado tiene fundamento: las rebajas de enero fueron sustancialmente mejores que las de hace un año, cuando el euro añadía incertidumbre en el cálculo de los precios minoristas. No obstante, en la reducción temporal de la inflación española al inicio del 2003 ha pesado otro hecho que acabará siendo más influyente sobre todo el año: de momento no han subido los impuestos especiales sobre carburantes, tabaco y alcohol, que se trasladan directamente a los consumidores.

Para reducir la inflación española hasta niveles similares a la media europea se requiere una política económica muy afinada, porque en los próximos meses la principal referencia mundial va a ser el precio del barril de petróleo. Según se dependa más o menos de esa incógnita, se sabrá de inmediato la posibilidad de crecimiento. Como España sigue siendo un país más sensible que otros a las oscilaciones del valor del crudo, la lucha contra la inflación debe seguir.