Abogada

Ya están aquí las rebajas. Las tarjetas de créditos y los restos de euros de los interminables días del consumismo, por excelencia, se aprestan a dar vida al deporte del cuarenta y el treinta por ciento; las denominadas gangas de las rebajas.

Recuerden, no obstante, que las etiquetas deben tener su precio antes de las rebajas y que nunca deben ser productos defectuosos. Las asociaciones de consumidores tratan de aconsejarnos acerca de, a veces, las malas intenciones de este ir y venir a las tiendas casi compulsivamente. Algunos, incluso, tratan de enmendar regalos recibidos por los siempre oportunos Reyes de Oriente. Por esto los regalos son depositados en el árbol de Navidad con la etiqueta del precio y la referencia. Y es que las rebajas están a la vuelta de las vacaciones.

A pesar de todo, cuesta creer que después de unos días donde el consumo se dispara tanto como nuestras tarjetas de créditos aún nos queden ganas para gastar y gastar.

Y aún más, que le demos vuelta y vueltas acerca de qué cosas puedo comprar en las rebajas, por el simple hecho de probarlas. Es como una especie de fiebre contagiosa de la que todos nos sentimos un poco enfermos. Aunque, por los datos que nos dan es toda una patología, incurable y sin ningún tipo de control.

No hay duda de que todos podemos encontrar una excusa para subirnos en el tren de las rebajas. El problema está en asumirlo como algo convencional y a lo que no debemos estar dispuestos a renunciar, como si no hubiera sido suficiente con arrastrar las bolsas durante estos quince días, repletas de todo, menos --quizás-- de lo realmente necesario.