Entroncados en las diferentes concepciones ideológicas, el pluralismo político nos proporciona los más diversos matices de la realidad, pero frente a ese abanico de posibilidades, existen determinadas cuestiones de Estado que deben permanecer al resguardo de la refriega política, y para las que se pide la reconstrucción de los fundamentos del diálogo, de la moderación, de la racionalidad y del entendimiento.

Tras una legislatura dominada por la dialéctica de la crispación, donde se impusieron estrategias orientadas al desgaste, al aislacionismo y a la radicalidad, donde se perdieron las formas y el fondo, donde se practicó una política de tierra quemada, derribando los escasos puentes sobre los que se sustentaba el consenso, se terminó provocando una especie de divorcio entre la ciudadanía y la clase política, algo que degeneró en cansancio, en pasotismo y en hastío.

Ante este estado de cosas, se plantea la necesidad de un cambio de rumbo que garantice la recuperación de la normalidad institucional, algo que ponen de manifiesto los resultados del 9M, cuando los electores optan por fortalecer el bipartidismo buscando una convergencia entre los dos grandes partidos. Pero el consenso ha de surgir espontáneamente y no obedeciendo estrategias urdidas al objeto de obtener una mayor rentabilidad electoral, ni un cambio de imagen tras el que se solape la operación estética de un transversalismo semántico, ni como quien abraza los postulados de los nuevos tiempos con la fe del converso, parapetado tras un cambio puramente apariencial que sirva como señuelo para atraer a aquellos incautos que huyeron movidos por el recelo y la desconfianza, ni tan siquiera buscando una mayor solidez de cara al planteamiento de una más razonable alternativa. El consenso consiste en anteponer los intereses generales a los partidistas, propendiendo a un estilo que vaya de lo particular a lo general, de lo concreto a lo abstracto, de lo material a lo inmaterial, y que lejos de pretender hacer leña del árbol caído, busque una ganancia que se sustente sobre cimientos más intangible, más a largo plazo, más perdurables en el tiempo, porque la verdadera grandeza de un partido se mide por la altura de miras y por su capacidad de renuncia.

Estos encuentros entre el presidente del Gobierno y el jefe de la oposición buscan favorecer un clima de colaboración en pro de la gobernabilidad, pero hay quien considera que el edificio del consenso se ha levantado en esta ocasión sobre las premisas del oportunismo, y que esta ceremonia proporcionará un balón de oxígeno con el que el Gobierno tratará de cubrirse las espaldas ante la desfavorable coyuntura económica. Otros ven la escenificación de un simulacro superficial, inútil e inconcreto, donde se dejaron aparcados temas fundamentales como el modelo de vertebración territorial, la política exterior y las necesarias reformas constitucionales, dedicándose a cuestiones de menor calado, tal vez con el pretexto de apuntalar un consenso de mínimos, que pudiera servir como punto de partida para posteriores acuerdos.

XGOBIERNOx y oposición empiezan a hablar un mismo lenguaje en materia de terrorismo, saltando por encima de las diferencias de la pasada legislatura, debido a las conclusiones extraídas a raíz del cierre en falso del proceso de pacificación; ahora es más fácil para los demócratas sentar las bases para la reconstrucción de la unidad antiterrorista, desde el respeto, la solidaridad y la dignificación de las víctimas.

En lo referente a la política judicial, más que negociar adjudicaciones en función de la afinidad de sus miembros o de las correspondientes cuotas de poder han tratado, a instancias de organismos internacionales europeos, de buscar fórmulas que garanticen la independencia de la justicia respecto al control político, reforzando sus aspectos organizativos mediante la implantación de sistemas informatizados capaces de terminar con la desconexión existente entre los diferentes juzgados y con el consiguiente reguero de errores que esto conlleva, creando la oficina judicial, incrementado las inversiones para agilizar su funcionamiento. La responsabilidad de la economía es competencia exclusiva del Gobierno por tanto, de no producirse una situación de gravedad extrema que exija unos pactos a nivel general, la economía debe quedar al margen de cualquier negociación, siendo el ejecutivo el encargado de establecer el diagnóstico y de aplicar la medicina que vaya en consonancia con su forma de curar.

Independientemente de la relevancia que este acontecimiento pueda tener sobre los ciudadanos, este tipo de gestos deberían ser valorado en su justa medida, ya que abren la posibilidad a un espacio de unidad, lo que constituye una garantía a la hora de abordar futuros retos. En este cambio de actitud ha influido tanto el proceso renovador vivido en el principal partido de la oposición, como el pragmatismo que ha adoptado el Gobierno debido a la dificultad que conlleva el gobernar en circunstancias adversas.

Sólo cabe esperar que este encuentro no produzca el efecto de una ilusión óptica, ni el espejismo voluntarista de una tormenta de verano, que nos devuelva a la realidad con la misma perplejidad de quien se despierta de un bonito sueño.

*Profesor.