TLta incapacidad de la socialdemocracia para proponer un modelo alternativo al dogma neoliberal durante las últimas décadas es el origen de la crisis política que vive Europa en este momento. No solo en Europa, toda la izquierda fracasa estrepitosamente en la propuesta de modelos alternativos globales y factibles, como se ha demostrado en Grecia recientemente, o como se comprueba con la desaparición de la izquierda en el mundo anglosajón.

Bajo esta premisa, adquiere sentido la propuesta de transformaciones profundas en la izquierda que comencé con el artículo del pasado 13 de abril, continué el 29 de junio y prolongo hoy. Redefinir no siempre quiere decir innovar. "Volver a definir" debe contener una parte de vuelta a los orígenes (refundación), otra de adaptación necesaria ante la aparición de contextos sociales muy diferentes (revisión), y una tercera parte de innovación radical pensando en lo que nos puede deparar el futuro (revelación).

Traigo aquí hoy uno de los elementos básicos de la refundación, que las fuerzas progresistas parecen haber olvidado: el ámbito laboral. Karl Marx, independientemente de los errores cometidos en su nombre, se debe seguir considerando como un gigante intelectual, y el valor del trabajo fue uno de los centros de su reflexión. Si revisamos los programas políticos de los partidos de izquierda durante las últimas décadas y, lo que es más importante, las declaraciones públicas de sus líderes, se observa un absoluto predominio de la equivalencia entre ideología de izquierda y Estado de bienestar.

El Estado de bienestar se desarrolla como concepto, tal como lo conocemos, desde la finalización de la II Guerra Mundial, aunque tiene precedentes históricos desde el siglo XVIII. Consiste en reconocer una serie de derechos sociales que deben ser consolidados jurídicamente y provistos por el Estado. Así, la prestación por incapacidad temporal, la prestación por desempleo, las pensiones de viudedad y jubilación o las rentas de inserción social se han ido convirtiendo en elementos básicos de su estructura; más recientemente, se han ido incorporando ideas como las ayudas a la dependencia, pensadas para personas con diversidad funcional y de edad avanzada.

XSI ANALIZAMOSx cada uno de los elementos que conforman el Estado de bienestar, observaremos que todos tienen algo en común: la realidad individual y social que atienden está situada en el espacio del no-trabajo (enfermedad, desempleo, pobreza, jubilación, discapacidad). La izquierda, al ir entregándose al discurso de las prestaciones sociales sustitutorias en vez de ahondar en la dignificación progresiva del empleo, a medida que la tecnología iba transformando la sociedad, ha ido abandonando las necesidades de los trabajadores que son, precisamente, la razón de existencia de la izquierda.

Frente a quienes no necesitan trabajar gracias a su acumulación patrimonial, o quienes requieren la ayuda del Estado para vivir dignamente fuera del ámbito laboral, la gran masa social que precisa de una izquierda sólida y moderna es la de los trabajadores. Decirlo parece una grosera obviedad pero, si lo piensan, se darán cuenta de lo poco o nada que se habla de esto desde hace mucho tiempo. Pasamos aproximadamente un tercio de nuestra vida adulta en el trabajo, la mitad de nuestra vida consciente, si restamos las horas de sueño. En muchos casos, más del cincuenta por ciento. Una persona que viva 80 años y trabaje desde los 25 hasta los 65 habrá pasado una de cada tres horas de toda su vida trabajando. Parece claro que es ese espacio, el del trabajo, donde la izquierda debe volcarse.

Este descuido de la izquierda ha provocado que la prioridad, hoy, sea tener un empleo, por más indigno que sea. Pero eso nada tiene que ver con la histórica lucha progresista. El foco hay que ponerlo en ingresar un salario adecuado al valor social del trabajo realizado, establecer planes de formación continua, legislar sobre los sistemas de promoción horizontal y vertical, redefinir la forma en que se disfrutan permisos y vacaciones o --tema crucial en la sociedad contemporánea-- la conciliación del ámbito laboral con el personal/familiar/social.

Una de las "innovaciones" necesarias de la izquierda es, pues, volver a su origen de reivindicación sindical. La profunda crisis de los sindicatos, de los que se habla menos que de los partidos políticos, debe resolverse con urgencia. Que quienes dedican cuarenta horas semanales de sus vidas a trabajar no puedan salir de la pobreza es, en mi opinión, mucho más grave que el desempleo. El modelo neoliberal ha conseguido, con diversas fórmulas de ilusionismo, que la izquierda deje de mirar a su espacio natural de lucha y, así, diseñar su propia desaparición. El gran truco del siglo.