Insultos, vejaciones, burlas, exhibicionismo... todo parece estar permitido en las redes sociales y nadie, salvo tímidas acciones judiciales, hace nada. Es mas, tengo la sensación que nos hemos acostumbrado y lo hemos normalizado.

El linchamiento digital no posee límites. Da igual que sea un famoso, un niño enfermo o un torero muerto, que esos espacios se convierten en la caja de resonancia del exabrupto, de la ira incontrolada de inadaptados que se desfogan atacando, en muchos casos desde el anonimato, a quienes no comparten sus ideales y sólo por el placer de soltar por esas «bocas sapos y culebras» demostrando ¿qué? ¿Que llevan la razón? ¿Que porque no hay fronteras sus pataletas tienen más repercusión?

Ya urge poner coto a este odio desmedido y a ese descontrol que empercuden unos espacios nacidos para la comunicación y la fraternidad.

Mientras tanto, es a los usuarios a lo que nos corresponde denunciar estas verborreas desenfrenadas y obligar a los administradores de estas webs a «lavarlas».