Las redes sociales, encumbradas en la praxis de la modernidad, empiezan a descubrirnos un camino lleno de verdades inventadas, o mentiras simuladas. Todo detrás de esas redes sociales puede ser tan falso o verdadero como los interlocutores quieran, o la capacidad de adivinación que tenga la propia sociedad. Lo cierto es que esas redes son manejadas por algunos, y consumidas por la inmensa mayoría. Una inmensa mayoría, que, en ocasiones, se ha puesto a fabular de todo y de todos. Todo es tan espléndido y expresivo como describir una gran concurrencia de personas, repitiendo mil veces a la misma persona. O todo, se desliza sobre el secreto de lo que un día era una discreción a petición de uno mismo. Ahora hasta tu pasado, dibujado antaño en la red, te persigue como la maldición de lo que quieres borrar o rechazar. Pero ahí están los caracteres on line que te recuerdan que aquello que un día dijiste está ahí en la memoria colectiva de tantos y tantos. Y eso es la trampa de la memoria inventada, eso sí, ahí ni siquiera el perdón te salva, porque lo que apareció en la red juega como una losa utilizada para lastrarte respecto a las malas decisiones del pasado, si se produjeron.

Ahora hemos sabido, recientemente, en una información que existen gobiernos, algunos preeminentes, que tienen a sueldo a personas muy versadas en esto de la red que perpetúan imágenes, mensajes y slogans con los que pretenden destruir o infundir leyendas sobre dirigentes políticos y personajes públicos de toda índole para desprestigiarlo. Y esto nos debería hacer reflexionar acerca del grado de veracidad que les dispensamos a estas redes. Y sobre todo, aquellas que van más allá de nuestro circulo más inmediato. Lo que significa que podemos magnificar en gran medida a personas o desvirtuarla, en función de la naturaleza de esa intencionalidad.

Hemos pasado a imaginarlo todo a que nos den casi todo explicado y masticado, como si el mensaje ya no importara sino el contenido del mismo. Es tan nula la crítica al mensaje inmediato de las redes sociales, que esta sociedad se ve casi indefensa para analizar de forma crítica aquello que nos están vendiendo de tal inmediatez, que nos rebota en nuestra propia cara. Me dicen que toda persona que se precie de estar en el sistema debe tener una red social acotada a su vida. Pero claro, cuando una piensa que el Orwalismo va asomar a su más alta intimidad se queda algo retraída. Por aquello de que no todo vale y de que no todo lo que una hace y piensa tiene que ser retrasmitido al cien por cien, y de forma ya cocinada. Encontrándonos, de hecho, con una sociedad que debería estar saciada de tanta información colateral, que pretende hacerse de interés en cada una de nuestras vidas. A pesar de aquel viejo aforismo que decía que uno valía tanto como su capacidad de callar, lo que debería silenciar.

No sé si esto tiene más que ver con el exhibicionismo de esa sociedad que cada vez está mas sola individualmente, y es más frágil colectivamente. Parece que no es muy lógico cimentar una sociedad bajo el anonimato que, en demasiadas ocasiones, representan las redes sociales. Y hacer de ellas el único vinculo verdadero por cuanto todo sucede en nuestro mundo. En el pasado se definía al telégrafo, que pudiera ser similar a la revolución que han representado las redes sociales, como los hilos que hablan; en el caso que nos ocupa, y ya en pleno siglo XXI, podríamos definir a las redes sociales como la trascripción de muchas noticias, que parecen incumbir a todos, pero que se entrometen en todo.

Se habla de las mismas como la mejor manera de crear vínculos entre lo que hoy se define como mundo globalizado. Y aunque tiene su razón de ser en lo que toca de conectar mundos muy diferenciados, dentro de las mismas existen algunos engranajes que están siendo apretados y simulados por intereses muy concretos. Y ante esto la sociedad actual no parece tener resistencia o capacidad de defensa alguna y esto sí que debiera de servir de reflexión cuando asentamos como verdades mensajes testimonios y manifestaciones que son fruto más de la manipulación que del verdadero ejercicio de comunicar y trasladar ideas y conocimientos.

Las redes si una no las maneja o las entiende tienen la virtualidad de dejar pasar todo aquello que críticamente la sociedad no es capaz de interpretar en su sentido real.