Las direcciones del PSC, de ERC y de ICV llegaron ayer al principio de acuerdo de reeditar el tripartito o, lo que es lo mismo, el gobierno catalanista y de izquierdas que ha gobernado Cataluña en la última legislatura. Lo primero que hay que decir es que el acuerdo ha sido rápido y que se ha negociado con discreción, dos condiciones que, sin duda, sabrán valorar los ciudadanos, deseosos de que se eliminaran cuanto antes las incertidumbres que se derivaban del resultado electoral, según el cual ningún partido alcanzó la mayoría absoluta y, en consecuencia, había al menos tres tipos de alianzas posibles para formar un gobierno estable. Hoy sabremos más detalles sobre esas nuevas bases, pero, al menos, se puede decir que el estilo de lo que se bautizará como Entesa Nacional pel Progr¨s ya es distinto. La discreción y la rapidez han logrado evitar la sensación de lucha por el poder y de que cada uno va a lo suyo --uno de los malos regustos de hace tres años-- y también se ha alejado la impresión de subasta entre unos y otros. Es verdad que Carod-Rovira se entrevistó con Artur Mas, pero esa reunión era obligada incluso por cortesía. Desde el primer momento, sin embargo, la balanza comenzó a inclinarse hacia el pacto de izquierdas. Todos los integrantes del tripartido se esforzaron ayer por poner apellido a lo que será su programa: "eminentemente social", aseguraron. Está por ver, sin embargo, si el exacerbado nacionalismo que mantiene Esquerra en muchas cuestiones conducirá hacia posiciones radicales a un gobierno que también debe trabajar por la unidad de España.