WMwientras el euro se debilita, como secuela de la incertidumbre política, el discurso europeo, lejos de unificarse, se degrada en múltiples controversias. El primer ministro holandés se ha negado a asistir a una reunión de los seis países fundadores sugerida por el canciller alemán, Gerhard Schröder, un ministro italiano reclama el retorno de la lira, los otros países se inquietan por las consecuencias financieras y la opinión británica entierra el Tratado constitucional.

En estas circunstancias adversas, lo importante no es improvisar, sino reflexionar para hallar un nuevo compromiso, como ocurrió en otras crisis. La locomotora franco-alemana está averiada por el referendo y las perspectivas electorales, pero sigue siendo la única disponible, como confirma la reunión que mantuvieron anoche el presidente Chirac y el canciller Schröder en Berlín. Hay que hallar un terreno de entendimiento cara a la cumbre semestral del día 16 en Luxemburgo, pero sin cerrar los ojos ante la realidad de que la zona euro acumula un retraso de crecimiento. La integración política, en clave federal, sólo será posible con una mejora económica y una visión menos dogmática de los modelos sociales.