Mañana es el Día Mundial del Agua. Para nosotros, los urbanitas del primer mundo, abrir el grifo y que salga el líquido elemento, limpio, depurado, sin problemas sanitarios es un gesto cotidiano al que no prestamos mucha atención. Sin embargo, en muchas partes de este planeta Tierra lleno de desigualdades hacerlo es jugar a la ruleta rusa, o en ocasiones ni siquiera se puede abrir y grifo y hay que ir a un pozo con un cántaro sobre la cabeza durante kilómetros. Por cierto que suele ser una tarea reservada a las mujeres porque el reparto de roles es machista aquí y en el África profunda.

Mientras en nuestro confortable y vertiginoso primer mundo derrochamos el agua cuando nos lavamos los dientes o nos bañamos en ver de ducharnos, hay 1.800 millones de personas que usan una fuente de agua contaminada por aguas fecales, poniéndolos en riesgo de contraer el cólera, la disentería, el tifus o la polio, según datos de la ONU.

El agua no potable y la falta de higiene es la responsable de cerca de 900.000 muertes al año en este mundo que podía ser un espacio agradable para todos y que, paradójicamente, es un ejemplo de reparto irresponsable e interesado de los recursos naturales. Sin embargo, el agua que desperdiciamos puede reutilizarse y volver al ciclo natural, a beberse, sólo hace falta interés y tecnología, sí, esa que empleamos en muchas cosas que no son ni importantes ni vitales.

La ONU pone este año el foco sobre las aguas residuales, aguas que desaprovechamos y que podrían reutilizarse para calmar la sed de miles de personas. Su deficiente gestión provoca miles de fallecimientos.

Mañana puede ser un día internacional más, otro hito en el calendario que olvidaremos al pasar la hoja, sin embargo el agua es todo un lujo que disfrutamos sin ser conscientes de su importancia. Refrán: Nadie sabe lo que sirve el agua, hasta que le hace falta.