En estos últimos días ha vuelto a hablarse sobre el tema de la legalización de la eutanasia. Sin embargo, la mayoría de los ciudadanos no sabrían contestar a la pregunta etimológica sobre el significado de esta palabra y sus consecuencias. De hecho, la mayoría de mis alumnos en Medicina no lo hacen. Y es que eutanasia significa buena (eu) muerte (tanatos), aunque por otro lado es considerada ilegal. Por lo que podríamos deducir que tener una buena muerte sería ilegal. Cuando un paciente limita su tratamiento y exige que se le retire una máquina que le mantiene con vida, no podemos hablar de eutanasia. Cuando se le aplica sedación con la dosis adecuada para evitar sufrimientos en el final de su vida, tampoco es eutanasia. Cuando con ayuda de un médico, el paciente consigue fármacos para terminar con su vida, y la ingesta de manera voluntaria de estos fármacos acaba con su vida, no es eutanasia sino que se trata de un suicidio asistido. En la eutanasia, el personal sanitario provoca la muerte del paciente por petición inequívoca de este, ya que está aquejado de un sufrimiento insoportable o enfermedad grave que le conducirá necesariamente a la muerte. Es posible que, con una correcta información, la ciudadanía podría considerar más moral el suicidio asistido que la eutanasia, ya que en aquel la última acción depende siempre del paciente y así se puede considerar más auténtica. Como enseña el método para la resolución de conflictos éticos en la práctica asistencial, antes de cualquier consideración moral se han de tener claros los hechos. Es decir, conocer de manera objetiva de qué estamos hablando. Solo así podemos dar respuesta a lo que la sociedad quiere realmente.