A quienes estamos convencidos de que el surrealismo y la negación más cerril de los principios constituyen la tónica de la política española (y no solamente española), aún nos sorprenden algunas de las cosas que ocurren en el ruedo nacional. Y mira que estamos curados de espanto, o eso creíamos.

Pero a mí al menos todavía me causa perplejidad que se aprueben unos Presupuestos de imposible cumplimiento y que todos lo sepan, comenzando por quienes los aprueban, por ejemplo. O que las cuentas de las autonomías, todas sumadas a la hora de negociar la financiación, asciendan a más del 140% de lo que es la realidad de la contabilidad nacional: es otro síntoma de la españolísima manera de hacer las cosas. Como lo es el hecho de que quien lleva el timón a la hora de negociar esa financiación autonómica quiera cuadrar el círculo de este sudoku dando la razón, en horas sucesivas, a quienes plantean soluciones contrapuestas: el presidente de la Generalitat, Montilla , o el de Extremadura, Fernández Vara , o la presidenta madrileña Esperanza Aguirre ... ¿Será posible enmarcar todo eso en una sola pintura? Muy abstracto va a salir, sin duda, ese cuadro.

Todo ello, el batiburrillo, la falta de claridad, las contradicciones flagrantes que a nadie parecen importar, constituye un conjunto de síntomas de una falta de ética política. Y de estética. Casi tan antiestético, descendiendo a los detalles, como ese pleno del Ayuntamiento de Pinto. Pero ¿qué diablos pasa en la política madrileña?), en el que un tránsfuga, animado por los peores estímulos, ha posibilitado un vergonzoso vuelco político. ¿No habíamos hecho un pacto para desterrar esa corrupción máxima que es el transfuguismo? O como esos intentos del gobierno regional de Madrid por hacerse, alterando las leyes, con la Caja; siempre se acaba metiendo la mano en la caja...

Este cúmulo de despropósitos políticos me hace sumirme en reflexiones muy poco navideñas. ¿A usted no?