Hace unos días, en las páginas de este diario, Santiago Vadillo , catedrático de Microbiología de la Facultad de Veterinaria hacía una descripción pormenorizada de los cambios necesarios en la institución universitaria al objeto de adaptarla a la demanda de una sociedad globalizada inmersa en la especialización y condicionada por las nuevas tecnologías. Vadillo hace hincapié, desde la experiencia del científico, de la docencia y desde la investigación, en la necesidad imperiosa de un profesorado elitista y de calidad; de un profesorado que no tenga el concepto de funcionario . José Carlos Bermejo , catedrático de Historia Antigua en la Universidad de Santiago de Compostela dice: "Suele creerse, y así debía de ser, que la universidad es una institución destinada a producir las diferentes clases de saberes, en las que unas personas inteligentes, desinteresadas y dotadas de espíritu crítico desempeñan su labor. La realidad está muy alejada de esta imagen". Las políticas de los diversos gobiernos en lo referente a la enseñanza y muy especialmente a la universitaria han vaciado a la institución de contenido y funciones. El profesor Vadillo aborda no sin razón el concepto de remuneración-productividad pero no resulta fácil llevar a cabo esta tarea, al menos en algunos sectores de la administración. Posiblemente sea la universidad el único espacio donde se pueda ejercitar este binomio al poderse medir y sopesar proyectos e investigación, inviables en otros sectores de la Administración donde el amiguismo, el corporativismo y la adscripción al partido gobernante sirven de aval para la percepción de primas y emolumentos a los que el resto del funcionariado no tiene derecho.

¿Y cómo conjugamos derechos y obligaciones en una institución con cuantiosas vacas sagradas ? ¿Es posible reciclar a ese alto porcentaje de profesores que están pero cuya presencia pasa desapercibida? ¿Estaría dispuesto el nuevo equipo rector a afrontar el reto de introducir las suficientes reformas para ofrecer a la sociedad una universidad de calidad? ¡Tiempo al tiempo!, dirán algunos.