Aunque asignando escaños ningún sistema es perfecto -siempre restan fracciones-, nuestra Ley Electoral, por arbitraria, es insostenible al no reflejar realmente lo que se vota. Son culpables las 52 circunscripciones electorales y, en menor medida, el sistema D’Hont, que facilita el prorrateo de estas fracciones. Lo justo sería circunscripción única y sistema Sainte-Laguë. Se evitarán situaciones tan injustas como los 460.000 votos que cuesta un escaño de IU por los 58.600 del PP. Pero reformar la Constitución requiere la quimera de un amplio consenso, así que, con realismo, habrá que continuar con medio centenar de circunscripciones. Y con esta notable restricción, la propuesta de Podemos y C’s es la más ajustada a la realidad; lamentablemente las minorías saldrán perjudicadas.

A cambio de la reforma se logra un país más justo que crece en democracia. El PSOE, ahora que todas las encuestas lo sitúan en tercera posición, tal vez debería replantearse su negativa a esta propuesta.