TStería muy triste y poco edificante que el debate sobre la educación se quedara en una trifulca acerca del valor académico de la asignatura de Religión. Existe la esperanza de que la participación colectiva y el diálogo permitirán un consenso que evite vuelcos en el sistema educativo cada vez que cambie el gobierno, pero no es menos cierto que las reformas que necesita ese sistema se irán al garete si no se dotan de dinero. Algunas leyes, como la denostada LOGSE, habría merecido mejor suerte si hubiera contado con medios para desarrollar una filosofía muy progresista, como la atención a la diversidad o la integración en el aula de personas con discapacidad.

Aunque el dinero no lo es todo, también serán necesarios muchos otros esfuerzos como la implicación y colaboración de las familias en el proceso educativo, la preparación y el reciclaje del profesorado, el convencimiento social de que lo que se desembolse en Educación no es un gasto sino la más rentable de las inversiones que un Estado puede hacer. Esperemos que esta vez no naufraguemos confundiendo calidad con elitismo y que sepamos construir un sistema que forme una ciudadanía preparada y con sentido crítico.

*Profesor y activista de los derechos humanos