TRtecuerdo muy bien el barrio cacereño de Aldea Moret hace treinta años, cuando yo era un chaval que no jugaba al fútbol en ningún equipo federado, porque era bastante patoso y lento con el balón entre los pies, pero tenía algunos amigos que jugaban en el San Blas, equipo formado por chicos del barrio de San Blas y de Pinilla -mi barrio- que se enfrentaba a equipos como el San Eugenio, de Aldea Moret. El San Eugenio era uno de los gallitos de aquella liga de juveniles, junto al Atlético Cacereño y al San Fernando. Mientras mis amigos defendían como jabatos su portería para no perder por goleada, yo a veces recorría las calles de aquella barriada semejante a la mía. Era tranquila y apacible, habitada por gente que no estaba acostumbrada a recibir cada nuevo día cargado con un paquete de conflictos, como lamentablemente ocurre hoy.

Y es que la convivencia entre las personas es igual que un juego -el fútbol, por ejemplo - sometido a unas reglas que todos los ciudadanos -cada uno desde su posición- debemos cumplir. Pero el juego se anarquiza y se descompone cuando varios jugadores no conocen bien las reglas; o no quieren respetarlas, que es lo que está ocurriendo en Aldea Moret. Los árbitros -las autoridades- no están aplicando bien el reglamento, primero porque no han colocado bien a los jugadores que más entorpecen el juego, que son los que siempre juegan al juego del que sacan más provecho y no al establecido por la mayoría de los participantes.

Quizá si a estos jugadores se les mentalizara de que el juego de la convivencia consiste en dar para recibir y se les obligara siempre a someterse a las reglas estipuladas, Aldea Moret seguiría siendo ese barrio tranquilo de hace treinta años, cuando jugaban al fútbol el San Eugenio contra el San Blas.

* Pintor