Las Cámaras de Comercio de doce ciudades del Oeste peninsular, que pertenecen a cuatro comunidades autónomas, se reunieron en Plasencia el pasado lunes para exigir al Gobierno que reabra el tren Ruta de la Plata que unió Asturias y Andalucía. El tren, hoy, no es más que un recuerdo reflejado en los restos discontinuos de lo que queda de la vía. El presidente de la Junta, presente en Plasencia, suscribió el manifiesto cameral, siguiendo el mandato que la propia Asamblea de Extremadura ha dado para reclamar al Gobierno ese tren.

Pero se trata de una reivindicación discontinua como los propios raíles, pues las esporádicas voces reclamando ese servicio caen en el olvido hasta que, meses después, alguien vuelve a recordarlo. En este sentido, lleva razón Fernández Vara cuando dice que, la petición de reapertura ante el ministro de Fomento, vaya acompañada de un clamor al que deben sumarse ayuntamientos y colectivos sociales. El Ruta de la Plata no es una prioridad, por mucho que sirva para articular todo el Oeste y por mucho que el gran Plan de Infraestructuras y Transportes (PEIT) haya apostado por un sistema no radial. Puede cumplir los requisitos imprescindibles, pero si no se reclama con voz potente --más aún en los tiempos que corren-- es de temer que las esporádicas voces sean para el Gobierno ecos de una petición olvidable.