Profesor

En unas trágicas circunstancias que nadie hubiera deseado, el PP cacereño se ha visto obligado a elegir presidente provincial. Ojalá sea una puerta abierta a la esperanza.

Laureano León, el nuevo presidente, no es un advenedizo en el campo de la política sino todo lo contrario. Por sus responsabilidades anteriores cabe suponer que tiene en la cabeza lo que es su partido. Por su talante, debemos suponer que también tiene en ella lo que debe ser. Porque como en todo partido, hay gentes de todas las categorías y condiciones y no está bien identificar el todo con la parte. Para quien ha estado en todos los fregados del partido no debe ser misión difícil conocer las virtudes, ambiciones y potencialidades de sus militantes y por ello no podría haberse encontrado nadie mejor preparado para afrontar los cambios necesarios, con la vista hacia delante.

Es obvio que su tarea no será fácil. En primer lugar porque ha de trabajar con un equipo heredado mientras no consiga que un congreso le apruebe el suyo. En segundo lugar porque las inercias serán grandes y nadie aceptará gratis su retiro. Pero Laureano sabe que el PP actual debe cambiar bastante si desea comenzar a ser una alternativa real en Extremadura y ese cambio lo debe hacer ya en Cáceres, pues involuntariamente se le ha presentado la oportunidad. Porque, por muy buena voluntad que se ponga, el juicio sobre las actuaciones del PP en Extremadura no puede ser muy positivo. Y no por sus deseos o buena voluntad, que se les supone, ni porque estén menos capacitados que otros por naturaleza para elaborar propuestas y programas, sino porque han primado estrategias que no conducen a nada. A lo largo de veinte años hemos tenido en Extremadura conflictos políticos, sociales, catástrofes, inestabilidades institucionales y no se sabe cuantas cosas más. Pues en ninguna de esas circunstancias ha tenido la iniciativa el PP. Su tarea ha consistido siempre en ser un fiel seguidor de unas declaraciones con el objeto de apostillar con descalificaciones. Y no es que no las merecieran, es que esa tarea, por su propia naturaleza, les hará quedar siempre en un muy segundo plano. La iniciativa siempre está en otras manos. Nunca ha sido capaz el PP de plantear un tema de debate a la sociedad extremeña que ésta haya seguido con entusiasmo y esto les obliga a una seria reflexión sobre sus tácticas.

Este estado de cosas no es satisfactorio para los ciudadanos. Son imprescindibles alternativas de poder creíbles, sensatas, posibles, imaginativas, pues aunque no llegaran al poder podrían ser útiles como oposición. Pero con esta táctica la vida de quienes están instalados en el poder es muy placentera, pues le basta con tener un vocero con la misma destreza en el uso de las descalificaciones. De manera que a no ser que le regalen el poder los errores ajenos, no gobernará y servirá de muy poco en la oposición, porque solamente puede ofrecer refriegas parlamentarias. Es decir, fuegos fatuos. Es posible que ganen titulares y algún voto cabreado, pero nunca ilusionarán a los ciudadanos.