TStostine el señor Vela , concejal independiente del Ayuntamiento cacereño, que diferentes colectivos sociales le han manifestado la necesidad de que la ciudad de Cáceres cambie de Gobierno municipal. Le creo. Hay razones para creer que el ciudadano espera de su ayuntamiento algo más que aburrimiento y recibos de la contribución. Esos colectivos sociales descontentos coinciden con los cacereños que residen fuera y vienen con frecuencia a visitar la familia: un corralito , me decía el otro día una importante cacereña que pasea su talle por los escenarios de todo el mundo. Esa es la impresión que transmite Cáceres, un corralito donde sólo se oye el paso monótono de la gente mayor, y la ausencia de la juventud y de cualquier latido de futuro.

A esos nos ha llevado el sometimiento a ciertas insubstanciales corrientes vecinales y la política del geranio y la maceta, una política de tono menor dedicada a abrir y cerrar zanjas, bachear las aceras o poner protectores, menesteres que son capaces de defender, con mucho desahogo, los operarios fijos del ayuntamiento. Pero, exceptuando algún logro en la política de zonas verdes, aquí, durante largos años, la política de altura no ha existido, porque se careció de imaginación para dar empaque a la ciudad, de vigor para solucionar las grandes obras que la misma necesita: como la traída del agua, las variantes viarias, el conservatorio, la escuela de idiomas, el palacio de congreso, los edificios modernistas que airean otras ciudades de su talla, las avenidas y trazados de una ciudad de futuro, la pelea por no ser desvalijados de dotaciones e instituciones, la capacidad de influir en los sucesivos gobiernos para terminar con una ciudad incomunicada, sin autovías, trenes ni aeropuertos, para acercarse a la cual hay que hacer un esfuerzo sobrehumano y todo, tras presentar, como aval, un loable balance de buenas relaciones con quien manda, pero a quien no se exige.

Aunque lo parezca, esto no es un alegato contra el actual Gobierno municipal, al que hay que reconocer la buena voluntad, pero sí es una descripción de la realidad, de la incapacidad de los gobernantes y la desidia de los gobernados, culpables también por no sacudirse antes el conformismo. Y, por ello, es también una apuesta para que esos colectivos que empiezan a moverse, no cejen hasta que la ciudad se reactive y se saque los atrasos.

*Licenciado en Filología