La crisis financiera y económica parece haber afectado también a la campaña de las elecciones europeas, la cual ha sido algo diferente a otras, dando la impresión de estar inmersa en una rutina de obligado trámite. Estamos asistiendo posiblemente a una de las campañas electorales más descafeinadas de los últimos tiempos, porque parece que Europa siga estando en un segundo plano político, cuando en la realidad son muchas las repercusiones que los resultados de mañana domingo pueden tener sobre cualquier región española, entre ellas Extremadura. Digo esto porque es la sensación que existe en la calle, entre los ciudadanos de a pie que siguen sin vislumbrar un futuro europeísta nítido. A ello sin duda también contribuyen las manifestaciones e intervenciones en mítines, actos de campaña y debates televisivos, en los que siempre acaban saliendo los reproches, los recordatorios, la confrontación dialéctica y poco --o al menos no con la suficiente enjundia-- se nos habla de medidas y acciones concretas, las cuales suelen contemplarse en otros documentos programáticos que francamente poca gente se lee.

En cualquier caso y a pesar de que no parece haber sido una campaña de profundos debates ideológicos --al menos es mi opinión-- he de confesar que analizando todo lo acontecido parece que sobre la mesa --un año después-- se plantea de nuevo la partida Zapatero-Rajoy , y el examen electoral evaluará en gran medida el juego de ambos. Obviamente esto tendrá una repercusión directa sobre la política nacional, sobre cuestiones de liderazgo y consolidación de unas ideologías u otras. Pero eso no significa que se pierda el horizonte europeo y el interés, pues las políticas que se apliquen en el territorio de la unión nos afectan y mucho, como conocen muy bien algunos sectores económicos, entre ellos el agrario. De ahí la importancia de ejercer de nuevo el derecho al voto, y de plasmar en las urnas nuestra valoración sobre lo que significa la construcción de Europa.