WLwa Unión Europea ha dado un paso histórico y difícil al abrir formalmente el proceso de negociaciones para el ingreso de Turquía como Estado miembro. El acuerdo llegó en el último momento por reticencias de Austria. Pero también de otros países comunitarios, como Francia y Alemania, cuyos dirigentes se sienten tentados a ceder ante los discursos populistas de tono islamófobo. Sin duda la Unión Europea debe fijar un alto nivel de exigencia a este candidato, garantizando su respeto a los derechos humanos y a la cultura democrática que tiene la UE, cuidando, además, de que el impacto demográfico y presupuestario de su adscripción resulte asumible.

Sería un error no valorar el esfuerzo realizado en los últimos años por Ankara para consolidar el Estado de derecho desde un Gobierno dirigido por un partido confesional islámico y moderado. Turquía encarna las coexistencias internas que tiene que afrontar y asumir hoy la Europa actual, y tendría graves consecuencias para su área geográfica que cayese en un sentimiento colectivo de discriminación y humillación. Integrarla, aunque sea a medio plazo, es lanzar un mensaje positivo a todos los que, encarados al integrismo, intentan hacer compatibles islam, laicidad, democracia y progreso.